Modesto Martínez.
El 25 de marzo se
aprobará la ley de señas de identidad que declarará los bous al carrer como
BIC. Sé que soy “pesado” con este tema pero creo que hasta que no lo sean no
estaré tranquilo. Muchos somos los que lo deseamos y no por capricho.
El pasado miércoles,
en la Cortes Valencianas, se debatió la devolución de la ley al Consell, tras
la presentación de enmiendas a la totalidad de varios grupos, acción rechazada
y, de ese modo, la norma continúa su trámite normal.
En esta ocasión tuve
la suerte, o desgracia, de acudir al debate junto otros compañeros. Hablo de
desgracia por que salí con una sensación agridulce. Por un lado, muy contento
al saber que se van a continuar los trámites para aprobar esa ley, pero, por
otro lado me fui enfadado por el desprecio hacia nuestros festejos. En un
momento de la sesión me sentí incluso insultado, suena duro pero es así.
No voy a llevar el
debate a izquierda o derecha, no es mi estilo. De hecho, no voy a citar partidos
por no hacer publicidad a nadie y menos a los que nos han tratado de “paletos”.
Al hablar de la composición del observatorio que se creará cuando se apruebe
la ley, un diputado dio a entender el poco rigor que tenía ese órgano que
incluía hasta un representante de bous al carrer. Si algo tiene, es que los que
están es por defender sus manifestaciones culturales y con eso sobra para
saber protegerlas. Sinceramente, me pareció un poco clasista, muy de casta, esa
parte de la intervención. Los que están no me gustan y, por ello, son
analfabetos. Igual se equivoca y mucho. O peor es escuchar a otro diputado
decir que su grupo se opone a la ley, pero que no está en contra de los
festejos y en su bancada se leía: “la tortura no es cultura”. Todo muy coherente,
¡sí señor!
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