José Salvador Murgui como mantenedor, con los presentadores del acto, Silvia Morote y Carles Navarro, atentos. FOTO HIGUERAS
Murgui recibiendo el premio de manos de Lluis Mesa. FOTO HIGUERAS Querido Dámaso:
Este pasado mes de
octubre he asistido en dos ocasiones a dos actos organizados en Sagunto. El
primero fue “la sardinada” en el
Cuartel de la Guardia Civil, y el segundo ha sido en la entrega de los II
Premios de este periódico en el Camp
de Morvedre.
Desde diciembre del
año 2013 no había estado en Sagunto, en los pueblos de su comarca y con
aquellas queridas y añoradas gentes. No había estado porque me sentía como esa
planta a la que arrancan de su maceta, para ser trasplantada y que con el paso
del tiempo no se habitúa a su nuevo destino y acaba por morirse.
Exactamente, éste
no ha sido mi caso, aunque me arrancaron de mi entorno del trabajo, y me
apartaron en contra de mi voluntad de unas personas, de unos pueblos, he
seguido firme, reivindicativo, tolerante y expectante y once meses después te das cuenta de
lo que ya presentías, detectas el amor, el cariño y la amistad que te profesan
aquellos que por obligación y por dedicación un día conociste.
Pere Valenciano me
dio la oportunidad de ser el Mantenedor del acto en la entrega de los II
Premios Camp de Morvedre, pude hablar sobre la libertad de prensa y sobre la
prensa, y no pude silenciar las muchas “atrocidades” que cometemos con nuestras
omisiones, con los silencios de la prensa que nos conducen a grandes desencantos.
Pude recibir el
Premio en la sección de Cultura por ser “el columnista más leído” en estas
cartas que te dedico a ti querido Dámaso, y al recibir el premio, después de un
juego de malabarismo y funambulismo, sin levantar los pies del suelo para
recoger un premio de cristal que se nos escurrió de las manos y se estrelló
contra el suelo sin romperse, pude
dar las gracias por ese premio recibido.
Pere, a ti te di
las gracias, con el Premio reposando junto a mi corazón, en mi lacerado pecho,
por las diecisiete operaciones de marcapasos que sobre él llevo, pero
serenamente le quise dedicar el Premio a D. Francisco Muñoz Antonino, presidente de la Fundación Bancaja en su Comisión Delegada de Sagunto.
Y le dediqué el
premio a él como presidente de esa Fundación en Sagunto por esos doce años de
trabajo codo a codo con Jairo, mi fiel colaborador, por las horas invertidas
mañana, tarde y noche, sábados, domingos y festivos, en Sagunto, en los pueblos
del Camp de Morvedre, en esas magnas obras que bajo su presidencia salieron
para esa comarca como son la Sala de Exposiciones Glorieta, donde la calidad,
exquisitez y buen gusto han sido la nota de rigor que ha marcado la trayectoria
de la misma, la reforma y puesta en marcha de la Casa de Don Luis Guarner, en
Benifairo de les Valls, y la reforma y ampliación de la Casa de Cultura Capellá
Pallarés, así como el resto de actividades que a lo largo de los años hemos
hecho por esa comarca.
Finalicé mis
palabras apelando a que hoy soy un parado, y lo dije porque hubo mucha gente
que no sabía de mí… para que todos supieran mi destino actual, pero que era feliz; feliz por estar en
Sagunto, feliz, por haber trabajado por y para el Camp de Morvedre, y sobre todo feliz por sentirme tan
querido de aquella gente que en ningún momento dejó de saludarme.
Soy consciente de
aquel refrán que dice “Discurso aplaudido, sermón perdido”, pero también soy
consciente de que cuando hablo se me escucha, lo percibo en la mirada de la
gente, lo percibo en que atienden mis palabras, y lo agradezco cuando cara a
cara me dicen lo que han sentido cuando me he expresado.
Esta mañana Pere
me ha enviado un comentario de un asistente que no desvelaré su nombre y entre
cosas decía: “[…] Y desde luego me gustó José Salvador Murgui. Su prosa es
notable. Creo que muchos disfrutamos con sus comentarios contundentes y
certeros sobre los políticos. Demostró
que es posible censurar y criticar
las malas prácticas en política, sin dejar de ser elegante”.
Dámaso, cuando
cierro los ojos y pienso como acabar esta carta, solo cabe una palabra:
¡GRACIAS!, Gracias Sagunto,
Gracias Camp de Morvedre, Gracias amigas y amigos, gracias los que tanto me disteis
a cambio de nada, yo no os di nada que no merecierais, os di mi obligación, mi
trabajo abnegado, saber escuchar cuando vinisteis a hablar conmigo, comprender
que vuestras historias eran mis historias y hacerlas mías, y sobre todo lo
único que me queda claro es que cada vez que os tendí la mano, vosotros me lo
habéis devuelto con un enorme abrazo.
Gracias, porque en
estos tiempos tan agresivos, sentirte querido es muy difícil, sentirte arropado
resulta imposible sobre todo cuando sientes profundos espaldarazos que
cruelmente te dañan sin ninguna piedad, pero ante esas impiedades el amor
sentido en el Camp de Morvedre, supera con creces muchas angustias, y me da
mucha fuerza para seguir adelante.
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