Tumba de Amelia Goyri de la Hoz, en el Cementerio de Colón de la Habana (Cuba). FOTO MURGUI Querido Dámaso:
Como sabes he
estado unos días en Cuba, y he podido visitar entre otras muchas cosas el
Cementerio de Colón en la Habana, que está declarado como Monumento Nacional.
Es una magnífica necrópolis, permítanme la expresión, por tratarse de un
monumento digno de ser visitado con paciencia y detenimiento, y quizás algún
día hable de las tumbas y algunas de las historias que allí aprendí.
Pero hoy quiero
hablar de la tumba de Amelia Goyri de la Hoz. Es la tumba más visitada y se
trata del lugar donde esta enterrada una dama de la alta sociedad de la Habana,
que ahora se le conoce como “La Milagrosa”. Escrito esto así, nos dice poco o
nada de una bella historia de amor.
Amelia, una joven
bella, hermosa, se enamora de un joven José Vicente que no era de la alta
sociedad, y a los 13 años hace público su amor a su familia. Los padres de Amelia,
se oponen al romance y se oponen a ese amor, pero Amelia amaba a ese hombre.
José Vicente luchó por la libertad de Cuba y al terminar
la guerra a finales del 98 regresó a la Habana con los grados de capitán del ejército
libertador.
Amelia lo amaba
tanto que se caso con él, el día 25 de junio de 1900 con 23 años de edad. La
felicidad del matrimonio duró ocho meses, el tiempo que estaba en estado de
buena esperanza, pero Amelia sufre
una hipertensión arterial que le afectó no solo a ella, sino a la hija que
llevaba en su vientre. El 3 de mayo de 1901 ambas fueron declaradas muertas,
sin que José Vicente, nada pudiera hacer por su amada.
Amelia por su rango
familiar, tenia que ser enterrada en el Panteón de los Marqueses de Balboa,
pero José Vicente no lo permitió, ya que en vida no pudo disfrutar de la
compañía de Amelia, quiso enterrarla en una bóveda en la Necrópolis de Colón
con el fin de que el día que el muriera poder reposar junto a ella. Cuenta la
historia, que se le dio sepultura en este lugar y entre las piernas, se colocó a
la pequeña hija que no llegó a nacer con vida. Diariamente José Vicente iba a
visitar a su esposa, a su amor, y
conversaba con ella, porque para el, permanecía dormida, y la despertaba
tocando una de las cuatro argollas que tapa la sepultura.
Un amigo para
alegrar a José Vicente le regala
una bella escultura de mármol de Carrara, de su amada esposa, obra de José
Vilalta, quien la esculpió con una túnica femenina banca, sosteniendo en su
brazo izquierdo una criatura, y el derecho apoyado en una inmensa cruz, ya que
Amelia murió el día 3 de mayo
fiesta de la Santísima Cruz.
Cuando fueron a
colocar la estatua, vieron con asombro que el pequeño bebe que habían dejado entre las piernas de Amelia,
estaba cogido al pecho de su madre. A partir de ese momento, el ritual cambió:
José Vicente seguía visitando la sepultura, se quitaba el sombrero y lo
colocaba ante su pecho, daba la vuelta por la escultura sin darle jamás la
espalada, y el argumento es que “a una dama no se le debe dar la espalda y
menos a mí amada Amelia”.
Amor de leyenda,
amor con flores, amor eterno. Yo cuando visité esta tumba, di la vuelta, y salí de allí sin darle
la espalda a esta dama a la que
todos acuden a pedirle favores, por ser la tumba más visitada del Cementerio de
Colón. Pero un sentimiento azotó mi mente ante tanta súplica y ante tanto
clamor.
Asistimos a una
historia de amor eterno, hoy, en nuestro mundo, nosotros tenemos historias de desamor eternos. Desacatos
amorosos, suicidios, abandonos conyugales, muertes súbitas de gente joven, historias negras que se silencian, y
tristeza de amor. ¿Quién tiene la culpa? ¡El dios DINERO! Ese es el causante de
todo el desacato.
¡Maldito dinero!
Malditos administradores de los consumos, malditas venganzas del odio, maldito mundo
cuya base es el consumismo. ¿Dónde quedó la fidelidad eterna? ¿Dónde quedó
aquello de amar sin límites? Quedó en nada. En la más absoluta penumbra, en el
desprecio, en la mentira, en la falsedad, en la corrupción.
Gran lección de
Amelia, eterna Amelia, que a su alrededor en aquel Campo Santo, solo hay
gratitud, amor, paz. Yo también le pedí a Amelia, la solución de muchos
problemas, yo también deje una flor en aquella tumba, yo también creo en el
poder de Amelia, pero lo que más fuerza me da es que sigamos creyendo tanta y
tanta gente en el poder de una muerta.
Acabo rememorando
una frase, “a una dama nunca se le debe dar la espalda”, a una dama del siglo XXI, como es la Vida, tampoco le debemos dar la espalda, aunque ese espaldarazo hoy y cada
día, nos lo de a cada uno de
nosotros, la sociedad, las personas que te defraudan, y hasta incluso
las personas modélicas que nos gobiernan, dirigen las empresas o se creen que
controlan el mundo. ¡Pobres hombres! Que poder tan efímero. Ya darán cuentas de
los males que nos han acarreado.
Dámaso, si a la
Dama de la Vida, le profesamos el mismo amor que a Amelia, seguramente
desaparecerá el desamor al que nos han acostumbrado en este mundo. ¿Algún día
sentiremos el mismo amor, que sintió José Vicente por Amalia? Si así fuera la
crisis se terminaría rápidamente, y las personas en su corazón no engendrarían
ni falsedad, ni venganza, ni desesperación, sencillamente porque el amor es más
fuerte que la muerte.
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