Salvador Murgui. FOTO EPDA Querido Dámaso:
Hay que ver qué
movimiento hay, qué preparativos y qué nerviosa se pone la gente, con esto de
que estamos encima de las elecciones. Sí, no nos asustemos, en unos meses elecciones al Parlamento Europeo,
en un año elecciones municipales y autonómicas y en otro año la elecciones
generales.
Este calendario que
sobre el papel es nada, sobre los hombres de los partidos políticos es mucha
carga y mucha tensión, hay que hacer listas, hay que “contentar” a muchos, y
sobre todo hay que pacificar al pueblo para que vote y el día después todos
hayan ganado y todos los partidos hayamos mejorado los resultados, pero al
final el pueblo vencedor, es el que tiene que manifestar si está a gusto o no
con quien ha elegido para que lo represente en las diferentes instituciones a
las que ha emitido su sufragio.
Hoy el mejor
programa político que puede avalar una candidatura, es muy sencillo, casi se
basa en la etimología de una palabra, una palabra tan sencilla para la
convivencia que a menudo hacemos uso de ella, esa palabra es HONRADEZ.
De cara a los
futuros comicios, personalmente, les recomendaría a las “cabezas pensantes” que
hacen los programas para las elecciones, repito, les recomendaría, que bajaran
al suelo de la calle, que oyeran las necesidades del pueblo y se percataran de
las angustias ambulantes. No voy a decir cómo hay que hacer los programas
electorales, que hoy son muy fáciles de hacer, solo con bajar impuestos, crear
empleo, potenciar la agricultura y pagar lo que se debe, esta el programa
elaborado. Tampoco voy a insinuar quién debe formar parte de las listas…
Pero claro,
seguimos con la base de que los candidatos han de ser HONRADOS, y ser honrado,
significa “ser sincero, veraz y sin engaño en todo momento”. La honradez en todo sentido nos hará disfrutar de paz interior, y
nos permite conservar el respeto por nosotros mismos y por el pueblo al que se
la hemos de regalar, como él nos regala el voto.
El ser honrado siempre
requiere valor y sacrificio, especialmente cuando otras personas traten de
persuadirnos a justificar y llevar una conducta deshonesta. Lamentablemente
llevamos unos años asistiendo y contemplando estas prácticas que afean la
conducta de muchas personas que nos representan o nos dirigen, tanto en lo
público como en lo privado, pero sobre todo en lo público llevamos largo tiempo
asistiendo a una carrera interminable de “casos” que no rayan en la
presunción, sino que llegan a la consumación y alteran nuestra sensibilidad y
creencias en la “clase” política.
Es hora de preparar
las listas electorales, hay mucho movimiento, muchas llamadas de teléfono,
mensajes… pero realmente ¿sabremos darle al pueblo las listas que merece para
que podamos dar un paso al frente para salir de la crisis? ¿Tendrán los futuros
gobernantes el arresto y agallas de
olvidarse del “yo” para pensar en el “nosotros” en TODOS, en ese conjunto mágico y diverso
que constituye la sociedad, el mundo por el que se ha comprometido a trabajar? Si es así, empezará la
sociedad a percibir el cambio que necesita, si seguimos igual, seguimos por mal
camino.
Me gusta leer a los
clásicos griegos, Diógenes el Cínico, fue un filosofo griego que perteneció a
la “escuela cínica” (hoy desaparecida, pero muy en práctica –perdón-) que murió
en Corinto el año 323 a.C. ¡Hay
que ver que cosas decía una persona que murió hace 2336 años!
Cuentan de él, que el mismo Alejandro Magno, buscó a Diógenes, por su enorme fama, y del que todos
se reían por su rechazo a la vida material. Lo encontró desnudo y tumbado a orillas de un río, y
Alejandro Magno, sentado sobre su enorme caballo, le hizo la siguiente
proposición; “-Tú, Diógenes, el Cínico, pídeme cualquier cosa, ya sea
dinero, monumentos… y yo te lo concederé”. A lo que Diógenes, contestó: “-Apártate
que me tapas el sol”. Los que iban con Alejandro
Magno, empezaron a reírse de Diógenes y a decirle aquello de que como no se
daba cuenta de quién estaba delante de él (hoy diríamos, “-Vd. no sabe con
quién esta hablando…”). Sin embargo, Alejandro Magno hizo acallar las voces
burlonas y dijo: “Si no fuera Alejandro, quisiera ser Diógenes”.
Gran lección la de
éste diálogo. Aprendamos todos de los sabios griegos, que su sabiduría no esta
ni en las TV. ni en las play, ni en los encantos de los móviles, aprendamos que
para hacer las listas políticas hay que poner unos ingredientes fantásticos
para que sirvan al pueblo y al ciudadano con libertad, entereza y eficacia.
Y Dámaso acabo con un consejo de Diógenes: “La sabiduría
sirve de freno a la juventud, de consuelo a los viejos, de riqueza a los pobres
y de adorno a los ricos”.
En ningún momento
relacionó Diógenes la sabiduría con las listas electorales.
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