Dámaso. FOTO CORTESÍA DE LA FAMILIA Querido Dámaso:
Hoy empieza la
operación “salida”, ya estamos en verano, los alumnos están acabando las
clases, y las noticias no pueden ser más desconcertantes. Desde ayer por la tarde nos han
repetido todos los medios de comunicación y todos los canales de televisión y
radio que “Bárcenas ya está en la cárcel”.
Mal inicio de
verano, mal día para la política y peor día para el pueblo. Nos hemos
acostumbrado a oír cifras millonarias en euros que si las pasáramos a las conocidas
y añoradas pesetas nos producirían escalofríos. Hablamos de esas cifras con tanta facilidad que nos perdemos
de la responsabilidad que supone manejarlas, y sobre todo tenemos tantas ideas
de cómo administrarlas que olvidamos de donde vienen, quienes las manejan, como
las administran y que se hace con esas cifras.
Ya llevo muchos
días preocupándome, como la mayoría de la gente responsable, por todo lo que
está pasando. Hoy mi preocupación pasa por la palabra “administración”, y lo
pongo en minúsculas porque me refiero a cómo se administra nuestro dinero. Me
es igual que sea un partido político que otro, me es indiferente que sea una
Comunidad Autónoma que la vecina, no busco a ningún Ayuntamiento en concreto, y
por supuesto, no voy a relacionar ninguna lista de bancos.
Mi pregunta hoy va
más allá: ¿Qué pasa con nuestro dinero? ¿Dónde van nuestros impuestos? ¿Cómo se
financia nuestra política? ¿Dónde queda la transparencia? ¿Existe la integridad
humana? Y finalmente entono el
“mea culpa”: ¿Queda algún brote de dignidad?
Querido Dámaso, esto
es muy gordo lo que nos esta pasando, y no solo gordo, es difícil de
solucionar. La prisión de “Soto del Real” es ya famosa, como famosas son las
entradas y salidas de ciertos “inquilinos”. Famosos son también los paraísos fiscales, como la fama
precede a muchas divisiones políticas que salen a partir de las denuncias, de
las impugnaciones y de la administración (palabra clave) de la justicia.
El año pasado el
verano arrancó con incendios que dañaron nuestra naturaleza. Esta primavera y
verano, los incendios son de otro calibre, un calibre más directo, más dañino,
han incendiado nuestras vidas, han quemado la vergüenza y no hay bomberos
suficientes para apagar estos fuegos que van a acabar con nuestras vidas.
Ayer nos decía
nuestro Molt Honorable President de la Generalitat, Alberto Fabra, que “la línea roja” contra la corrupción “se ha cumplido a rajatabla”. Me llama
la atención lo de la “línea roja”, como también me llama la atención que sigan
denuncias y más denuncias contra “unos” y “otros”, igualmente me produce mucha
tristeza, los acuchillamientos, los crímenes, las muertes inocentes… eso hoy casi no tiene importancia, a
eso ya nos estamos acostumbrando lamentablemente, dos palomas volaron en
Picassent en memoria de Rosana
Hervás, pero su cuerpo sin vida pasará a engrosar esa lista de muertes inútiles
que jamás nadie expiará.
Línea roja… El rojo, el color de la pasión, del
amor, de la sangre que corre por nuestras venas y alimenta nuestro corazón.
Línea, la que estudiábamos en dibujo en escuela, la línea recta, la que
cualquier ser humano debe seguir en su vida para que sea una vida de honradez,
de trabajo, de libertad con los demás y con uno mismo.
Y me falta por
citar otra línea, (aunque no tengo ninguna afición a los juegos de azar) y es
esa línea que se canta en las salas de Bingo. ¡Línea! Expresa con énfasis aquel
que ha conseguido tachar los números del cartón. Y entonces el locutor dice “Continuamos para Bingo”, y yo con toda
la tristeza del mundo, con una sencillez de corazón infinita, exijo que en este
“bingo” de la vida, encasillen a todos los que han mancillado el buen nombre de
la honradez, encasillen y tachen como si de un cartón de bingo, se tratara a
todos los corruptos, a todos los prevaricadores y si es que continuamos para
bingo, que el bingo sea para que cada cual que tiene algo que no es suyo, sea
aquí o en un paraíso fiscal, que en primer lugar lo devuelva, y que en segundo
lugar “si ha de tirar de la manta” para que otros también devuelvan, que
empiece a estirar ya…
Esto es
inaguantable, además de vergonzoso, y aunque la palabra cárcel me produce un
gran respeto temerario, me pregunto en mi infinita ignorancia: ¿aún queda sitio
en la cárcel para más gente? ¡Tristeza de amor!
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