Salvador Murgui con Patricia Conde. FOTO EPDA
Querido Dámaso:
El último domingo
del mes de junio desde 1974, el pueblo de Casinos peregrina al Santuario de la
Virgen de la Cueva Santa, pasando Alcublas y antes de llegar a Altura, es
provincia de Castellón. Son muchos
años los que a esta fiesta se le dio una “oficialidad” para que tuviera rango
de “romería”.
Tú ya ibas a la
Cueva Santa, en el siglo XIX, con carro y caballerías, subías por las
“llacubas” que recuerdo que eran tres, un camino de tierra, duro de recorrer y
pesado de subir. Pero eran las vacaciones de los provincianos, vuestras
vacaciones entre la cosecha de las almendras y algarrobos y la recolección de
la uva, para hacer aquellos buenos vinos, de los que solo quedan las “madres”
en algunas botas de vino.
Gran cambio de la
fiesta de entonces a ahora… hoy el camino es asfaltado, se hace en poco más de
media hora, solo se lleva el
almuerzo para tomarlo en la pinada y a comer volvemos a casa. Pero hay algo que continúa igual y es
el fervor a esa imagen misteriosa de “yeso blanco formada” que desde hace más
de seis siglos se venera en esa cueva santa.
Dámaso, si hay algo
que las generaciones de hoy deben agradecer a las de ayer es la fe nos habéis
transmitido. Cuando se concibió esa fiesta iban seis o siete autobuses de
“peregrinos” hoy esa generación ha
desparecido, pero su espíritu, vuestro espíritu, sigue vivo… sigue vivo, sigue
aquel germen de honradez, de integridad, de sencillez.
El último domingo
de junio, Casinos, o quienes quieran ir de Casinos, acudirán al santuario,
andarán unos kilómetros cantando, rezando, dejándose seducir por la naturaleza,
por el sol, por el aroma a manzanilla o a romero, pero en el fondo de los
fondos permanece el brillo de aquel amor que tuvisteis en los principios.
Alcalde,
autoridades, música, coro, feligreses, sacerdote… todos acudirán a dar vida a
una fiesta, a mantener una tradición popular heredada de vosotros, a rezar, a
pedir, a suplicar. Habrá quien llorará porque ese ser querido este año ya no
va, ya no está, esta en otro “nivel” en otro lugar… pero lo que si permanece
inquebrantable es esa cueva pequeña, mágica, esa cueva que abre sus puertas al
amor, a la paz.
He recibido la
invitación del Sr. Alcalde de Casinos para ir a esta fiesta, a una fiesta que
concibió un buen hombre que aun vive Pascual Cebria y su fiel esposa Amalia,
una fiesta que nos hace salir de nuestras casas para ponernos en camino. Y yo
como soy devoto de la Virgen de la Cueva Santa y he ido muchas veces siendo
fiesta o sin serlo, me atrevo a pedirle este año que la Virgen haga un milagro
muy gordo, y que me perdone mi atrevimiento.
Dámaso, igual que
vosotros alimentabais vuestra fe en aquella agua milagrosa que manaba de las
rocas, hoy alimento mi fe, suplicándole a la Virgen de la Cueva Santa, que haga
el milagro de una vez por todas, de acabar con la maldad, de acabar con la
corrupción, de acabar con los torturadores de vidas, de acabar con los
espíritus malignos que corroen y
corrompen nuestra sociedad, de acabar con la lacra del paro, de acabar con todo
lo que es malo y que nos impide a acercarnos a ser como ella.
Sé que es mucho lo
que estoy pidiendo, pero solo con aplicar una pequeña dosis de higiene y
limpiar los duros corazones que solo piensan en enriquecerse a costa de
empobrecer a los demás, el milagro empezará a ser realidad.
Por lo demás,
Dámaso, solo deseo conservar un poquito de mi fe, aquella que heredé de
vosotros para ver si tenemos salud y volvemos el año que viene, y hemos visto
cómo se realiza el milagro del amor, el milagro de ser más humanos, el milagro
de ser más todos de todos. Si esto empieza a ocurrir, merece la pena ir con
frecuencia a visitar “a nuestra madre piadosa, a la Virgen de la Cueva Santa”.
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