Susana Gisbert /EPDA Llevo días preguntándome lo mismo. ¿Quién ha sido el gamberro que ha dado a vuelta al mapa? ¿Quién nos ha gastado esta broma de dudoso gusto que ha vuelto nuestro clima más propio del lluvioso y verde Norte que del soleado Mediterráneo? Porque no solo llueve a toda hora, sino que, por el contrario, donde habitualmente llueve, luce un sol esplendoroso. Muy raro.
La verdad es que yo no recuerdo, al menos en mucho tiempo, una temporada tan larga en que llueva todos los días, en que el sol solo podamos verlo en fotografía. Aquí, como todo el mundo sabe, somos más de excesos y de contrastes. Antes de que voltearan el mapa, lo que ocurría era que el mismo día se caía el cielo a trozos, con inundaciones incluidas, y en apenas unas horas salía un sol que tostaba las piedras. Pero ahora nada de eso. Lluvia, lluvia y más lluvia. A ratos más fuerte y a ratos más fina, pero sin dejar de caer.
Soy consciente de que la lluvia era necesaria, que la sequía era terrible y los pantanos tenían más sed que si se hubieran comido toneladas de anchoas. Pero tampoco era preciso que fuera así y ahora. Entre otras cosas, porque maldita la gracia de que, tras dos años sin Fallas “normales”, nos las pase por agua de principio a fin. Y otro tanto cabe decir de la Magdalena castellonera. Mojada en todos sus actos. Hay que fastidiarse.
Reconozco que el guionista de esta década se lo está currando a fondo. Pandemia, volcán, guerra, además de terremotos, inundaciones y temporales varios. Solo necesitábamos un poquito de por favor para rehacernos, que tampoco era tanto. Pero hete tú aquí que decidió seguir jugando y volvió el mapa del revés. Tal cual. Porque es la única explicación que encuentro a este jarreo constante de agua y más agua. Para que luego nieguen el cambio climático.
Mientras la dejamos caer con más resignación de la que hubiera imaginado, yo voy notando como me salen aletas y branquias. Un buen amigo comenta que ha empezado a hablar con acento gallego, y no me extraña. Tal vez la única ventaja es que podemos sacar es poder pasear paraguas e impermeables que algún día nos regalaron y que estaban durmiendo el sueño de los justos. Como dice mi madre, quien guarda cuando tiene, tiene cuando quiere.
Pero ya está bien. Así que, por favor, el gamberro que devuelva el mapa a su sitio. Y que salga el sol por aquí de una vez
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