Susana Gisbert- /EPDANo soy demasiado aficionada al tenis. Es cierto que alguna vez me he entusiasmado con los triunfos de Nadal, Muguruza, de Arancha y Conchita Martínez y, en los últimos tiempos, de Carlitos Alcaraz. Soy lo suficientemente simplona para alegrarme porque gane alguien con quien comparto esa cualidad difusa que otorga el haber nacido en el mismo país. Pero, más allá de eso, no entiendo un deporte que cuenta y canta de un modo tan raro que después de 15 y 30 va el 40 -en cualquier test psicotécnico nos darían por tontos con esa respuesta a una sucesión de números- y que tiene un lance del juego que suena como “merluza” en valenciano.
Pero hoy me gusta el tenis más, incluso con su absurda manera de contar y sus merluzas. Y me gusta más porque he visto a dos tipos grandes como armarios, dos tipos hechos y derechos, llorar como niños. O, como todavía diría más de un machista, como niñas. Nadal y Federer, dos deportistas que lo tienen todo y que lo han ganado todo, lloraban de emoción. Como tú, como yo o como cualquiera. Lloraban sin sentir vergüenza -por fin desterramos lo de que “los hombres no lloran”- y delante de todo el mundo en una imagen que ha dado la vuelta al mundo.
Me acordé al verlos -y no soy la única, vistos los memes que circulan por redes- del hombre blandengue. De ese hombre blandengue que exalta el anuncio del Ministerio de Igualdad y del hombre blandengue del que se burlaba El Fary. Dos caras de una misma moneda, lavada con el detergente de la igualdad y bruñida con la pátina del tiempo.
Creo que no puede haber mejor muestra de que los tiempos cambian, y para bien, que la imagen de esos hombres hechos y derechos llorando. Atrás quedaba el pobre Boabdil, avergonzado por la afrenta de tener que llorar como mujer lo que no había sabido defender como hombre, en una frase que ha pasado a la historia, aunque hoy seamos capaces de interpretarla desde otro prisma.
Es posible que, sin saberlo, Nadal y Federer hayan hecho más por la igualdad que muchas campañas institucionales. Y me alegro de ello. También hay que reconocer que han hecho mucho por el deporte en general y por el tenis en particular.
De hecho, hoy me gusta. A pesar de su modo absurdo de contar y sus nombres raros.
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