Pere Valenciano, director de El Periódico de Aquí. FOTO EPDA
Rata de dos patas
Los partidos políticos pertenecen a los militantes y simpatizantes que los componen, aunque en España los híperliderazgos han acabado por hacernos creer que el Partido Socialista era propiedad durante un tiempo de Felipe González o el Partido Popular de José María Aznar, sin olvidar los reyezuelos territoriales, como la Convergència i Unió de Jordi Pujol o el PNV de Xabier Arzalluz. En la Comunitat Valenciana también hemos tenido a nuestros virreyes, desde el PSPV de Joan Lerma, cuya alargada sombra todavía impide crecer la hierba en el socialismo valenciano; hasta el PP de Eduardo Zaplana, primero, y el del endiosado Francisco Camps, quien levitaba en sus últimos mítines. Y qué decir de Alfonso Rus, con más poder incluso que Camps y Rita, quien se ha demostrado un cáncer para el PP de la provincia de Valencia. Pero si alguien ha concentrado poder en nuestro entorno, ésa ha sido Rita Barberá, otrora diosa del centro derecha valenciano del 'cap i casal'.
El éxito electoral es el culpable de la entrega de un partido a una sola persona, quien al final asume todo el poder en la organización. Es pan para hoy y hambre para mañana, como se ha visto en Cataluña con CIU y lo estamos viendo ahora en Valencia con el PP. Rita Barberá, uno de los referentes de la hipocresía, se había apoderado de las siglas populares apoyándose en sus mayorías absolutas. Pero el 'caloret' de las Fallas supuso un punto de inflexión en su trayectoria política que acabó con su derrota electoral y su jubilación política en el Senado -o en la cárcel, según avancen los acontecimientos judiciales-. Rita 'todopoderosa' Barbéra, ''la jefa'', se iba por la puerta de atrás y con su grupo municipal atado y bien atado.
He aquí la segunda parte del problema. Rita Barberá era consciente del desgaste que arrastraba, pero a la hora de confeccionar la candidatura no pensó en el Partido Popular, sino en sí misma y en los suyos, en aquellos concejales que le habían seguido hasta el final y que habrían aceptado presuntamente las consignas del 'pitufeo'. Al grito de ¡si nos hundimos, todos juntos!, el PP presentó una candidatura nefasta, pensada más en mantenerse leales a la ''jefa'' y los métodos desplegados tras 24 años de alcaldía, que en un proyecto de futuro para la ciudad de Valencia. Con esa candidatura, Rita Barberá no pensaba ya en Valencia, sino en sí misma ante lo que intuía que se le venía encima.
Con un partido hecho unos zorros tras la elección de Alberto Fabra como presidente del PP valenciano y de la Generalitat, en sustitución de Francisco Camps, y como consecuencia de la asfixia judicial tras las detenciones y caídas de Carlos Fabra, Alfonso Rus, Sonia Castedo, etcétera, nadie pudo hacer nada por evitar lo que ahora va a suceder: 9 concejales del PP del Ayuntamiento de Valencia pasarán en unos días al grupo de no adscritos, convirtiéndose en tránsfugas y dejando al Partido Popular con un solo concejal. La culpa es de Rita Barberá, que no quiso renovar la candidatura.
Pero, ¿debe primar la presunción de inocencia o los ediles deben dimitir y dejar que corra la candidatura, como ha pedido la presidenta del PP valenciano, Isabel Bonig? Llegados a este punto del hastío general por los casos de corrupción y dadas las evidencias plasmadas en el sumario del Caso Taula y del Caso Imelsa, con las conversaciones de esa gran trepa que ha sido María José Alcón, es insostenible que continúen los ediles populares. Es cierto que la ley dice que el acta es del concejal y, por tanto, el partido político no puede obligar a dimitir a nadie -habría que cambiar la ley electoral e introducir listas abiertas-, pero no hay que olvidar que ni Alfonso Novo ni Maria Àngels Ramon-Llin -tránsfugas en su día de Unión Valenciana- obtendrían ni un voto si no es porque iban en las filas del Partido Popular y lo mismo es aplicable al resto de concejales que ahora se aferran al acta con justificaciones poco convicentes. Vosotros sois lo que sois y habéis sido lo que habéis sido, porque ibais en la candidatura del Partido Popular, no por vuestro tirón personal. Lo que no entiendo es por qué se sorprende nadie de su actitud, si la catadura moral ya la demostraron en su momento, cuando abandonaron, como ratas, el barco de UV cuando éste naufragaba y se apuntaban rápidamente al que estaba de moda, el Partido Popular. Estos se quedarán por dos razones: una, porque se blindan si la cuestión judicial se complica; 2, por si surge algún partido valencianista y todavía pueden dar otro salto. Ratas, de nuevo.
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