Jaime García.Los seres
humanos llegamos a este mundo envueltos en la más profunda
ignorancia. Nacimos con la mente en blanco .Dice el refrán: Nadie
nace enseñado, si no es a llorar. El mundo nos era extraño. Gracias
a nuestros padres, que nos protegieron desde el primer momento,
fuimos conociendo y valorando las cosas. Nos dimos cuenta que los
animales se comportaban perfectamente, no necesitaban ninguna
enseñanza. El hombre, sin embargo, era el único ser vivo que nacía
sin conducta.
Poco a poco
nos percatamos que nuestro vivir era un convivir, un encuentro con el
mundo y un aprendizaje continuo. Un día nuestros padres nos
condujeron a la escuela. Nos dijeron que allí íbamos aprender
muchas cosas. El Señor maestro nos recibió con cariño .Nos
explicó cómo era el mundo, sus enormes riquezas, sus pueblos, razas
y culturas. Aprendimos a escribir y a leer. Manifestó que formábamos
parte de un pueblo…Preguntaba y nosotros azorados respondíamos.
Nuestra mente fue conociendo un mundo maravilloso y nuestros ojos se
abrieron gozosos a una nueva realidad. Vivíamos en un mundo que
hablaba nuestra lengua, que tenía su historia, costumbres y decires
y un gobierno democrático. Y ese mundo europeo tenía una hermosa
península, que se llamaba España. ¡Era nuestra tierra!
¡Cuántas
cosas aprendimos de nuestro maestro¡ Jamás le oí hablar de
ideas extrañas. Nos decía que la verdad es atemporal y que jamás
debemos someterla al capricho y al tiempo.
Jean Pierre
Amerís dijo en el Festival de Locarno. ”Ser maestro es el oficio
más grande del mundo”.
Con qué
cariño y añoranza recordamos aquellos años de nuestra escuela, la
imagen de nuestros compañeros y cientos de anécdotas .Sobre todo
jamás olvidaremos la imagen bondadosa y serena de nuestro maestro
.Lo decisivo en la educación no son los sistemas, sino los
maestros. Se cuenta que lo primero que hizo Albert Camus al recibir
el Premio Nobel de Literatura fue llamar a su maestro y darle las
gracias.
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