Susana Gisbert. EPDAEn estos días, cada vez detecto con más frecuencia algo que a mí también me afecta: el ansia por recuperar el tiempo perdido. Da la sensación que, una vez emprendido el camino de vuelta desde lo peor de la pandemia, nos ahogan las prisas por hacer todo aquello que dejamos pendiente. Y, claro, no nos da de sí la vida.
Lo vimos con los Fallas, y ahora con las ferias del libro, empeñadas en cambiar de estación, pero no de año. Ya perdimos una edición, no vayamos a perder la otra, ahora que las cosas están mejor. Y ojo, no es que me parezca mal, más bien todo lo contrario. Yo soy la primera que tenía unas ganas locas de fallas, de feria y de los que se presente. Y las tengo y mantengo.
Lo que pasa es que, como sucede tantas veces, si nos descuidamos nos pasamos de frenada. El otro día me contaba una amiga, recién llegada de una boda, que se lo había pasado mejor que nunca, y que eso era, precisamente, lo que todo el mundo comentaba a los novios. Y no creo que se tratara de hipocresía ni de una mera manifestación hecha para quedar bien, porque en pocos días, otra amiga me decía exactamente lo contrario de una boda. De hecho, llegué a plantearme si habrían estado en el mismo casamiento. Pero no. Tenemos tantas ganas atrasadas que lo disfrutamos todo a tope.
Bien pensado, es una buena ocasión para valorar esas cosas que antes dábamos por hechas. Y no me refiero solo a los abrazos, los besos y las muestras de cariño varias. Me refiero a cosas más pedestres, como charlar con amigas y amigos, ir sin miedo al cine o al teatro, bailar, tomar una copa o, sencillamente, cenar sin mirar el reloj para que el toque de queda no nos pille como Cenicienta. Algo que podía parecer poco, pero es mucho más de lo que creíamos.
El destino nos ha dado una oportunidad única. Sin perder de vista a quienes se han quedado por el camino, por supuesto, lo peor y lo más doloroso de todo lo que hemos pasado. Aprovechemos esa oportunidad para disfrutar de todas esas cosas que no valorábamos, siempre que no se nos vaya la cosa de las manos, claro. Porque, como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga.
SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora (twitter @gisb_sus)
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