Es necesario y urgente una reforma
constitucional que pueda obtener el respaldo de una mayoría similar
al obtenido por la Constitución vigente.
Estamos llegando al final de una legislatura nefasta, en la que
se ha producido un aumento de la desigualdad, un empeoramiento de la
situación del mercado de trabajo y una pérdida de cohesión social,
con un creciente deterioro de los servicios públicos y de la calidad
de la democracia, y un cierto agotamiento del modelo constitucional,
del que es expresión la situación de Catalunya tras las elecciones
de septiembre, con una sociedad fracturada, que muestra la necesidad
de encontrar una salida política al problema territorial.
El proceso de regeneración democrática debería conducirse a
través de la reforma de la Constitución del 78. Una reforma que no
puede ser cosmética, en cuyo proceso de discusión, abierto a la
mayor participación, deberían abordarse tanto el modelo de estado
como el territorial, así como los modelos social y económico para
después someterla al refrendo de la ciudadanía.
Esta medida exige coraje, voluntad política y vocación de
consenso de manera que pueda obtener el respaldo de una mayoría
similar al obtenido por la Constitución vigente.
La crisis financiera y económica internacional ha ido
agudizándose hasta convertirse en una crisis de modelo de sociedad.
En España, esta crisis político-institucional tiene específicas
características que han hecho que afloren con especial intensidad
las imperfecciones y la vulnerabilidad de nuestra “joven”
democracia ante los cambios que estamos viviendo.
Posiblemente se esté agotando el impulso democrático que se
abrió a finales de los años 70, no sólo por sus limitaciones
iniciales sino porque el escenario en que se desarrolló tiene poco
que ver con el actual y con el futuro.En este sentido en necesario
contribuir a promover un nuevo impulso democrático que lleve a
remodelar las bases en las que se fundamenta la convivencia y la
cohesión de nuestra sociedad.
Y hay que hacerlo huyendo de debates coyunturales y en no pocos
casos oportunistas o electoralistas, adoptando una perspectiva amplia
de futuro, buscando tejer los mimbres de un proceso complejo y que
exige una amplia participación social.
Hay que abrir el ámbito del debate y encontrar un espacio de
encuentro y no de imposición, de amplia participación política y
social, para cerrar un ciclo con claros síntomas de agotamiento y
poder inaugurar otro nuevo y prolongado de renovada convivencia.
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