No sé a vosotros, pero a mí el mes de diciembre con esas fiestas, a veces, me cansa. En realidad son sentimientos
ambivalentes y contradictorios. Por un lado, la Navidad (¿o las Navidades ?) me
parecen un evento entrañable, dulce y agradable. Las familias y los amigos se
reúnen, compartimos unas comidas y cenas maravillosas, los niños lo ven todo
mágico, nos hacemos unos regalitos y el ambiente festivo se contagia.
El
problema que veo a todo eso es, sobre todo, su aspecto repetitivo, el hecho de que
sea siempre, siempre, siempre lo mismo ¿Será porque va a ser mi quincuagésima
Navidad?
Todos los años, el mismo árbol verde con sus guirnaldas y bolitas, el
belén, que también son los mismos personajes, y que los menús sean de un año a
otro casi iguales. Eso lo llevo fatal.
Me mata la rutina, no puedo con la
repetición, las costumbres y los hábitos que dan un sabor de monotonía a las
cosas. Entonces, ¿por qué no empezar por cambiar la fecha? Un año en invierno,
el siguiente en verano, etcétera.
Ya rompemos con el calendario: eso nos permitirá
vestir de manera distinta (nosotras seguiremos usando el negro, que parece que
nos hemos auto-impuesto un uniforme, pero es otro debate) Vale, cambiamos de
fecha, lo de la desestacionalización está de moda, hay que aprovechar.
De paso,
nos adaptaremos a la ”méteo” y cambiaremos los platos. En verano, en vez de un
buen cocido haremos un gazpacho de foie y fresas con otros platos ligeros y
ricos. Pero la cocina no es lo mío, os dejo proponer cositas. Ya así, me gusta
más la Navidad.
Por supuesto, ¡fuera los árboles de Navidad! Quitamos los
abetos y los cambiamos por palmeras. Mucho más exótico y chulo ¿no? Para
Elche,sería además una ocasión histórica de multiplicar sus ventas.
Lo que a lo
mejor no cambiaría es la historia del niño Jesús. Primero, porque me parece
bonita; y segundo, porque cambiar cada año de versión no tendría mucho sentido. A no ser que encontremos una historia igual de conmovedora.
No sé, os dejo
pensarlo y decididlo vosotros. ¿Qué más podríamos cambiar para que la Navidad
no sea tan repetitiva? ¡Ah, claro! ¡El tema de los regalos ! ¿Qué podemos
hacer? ¿Cómo cambiar esa manía por otra cosa ?
Sí pero ¿qué pasaría con el
comercio? Nuestro mundo consumista no lo soportaría. Hay que seguir llenando
nuestras casas de cosas inútiles para mantener los pocos empleos que
quedan. Este año quería dar mi opinión como regalo, pero eso, desgraciadamente,
no genera riqueza creo. Es más, podría fomentar discusiones, debates y
conflictos en caso de desacuerdo. Entonces, dejamos los regalos ¿no?
Otra duda que
tengo: ¿qué hacemos con la figura del Papá Noel? Por un lado, este tío me
cae bien, pero viste siempre igual. Me parece un poco gordito y ahora que
tenemos a Amazon y sus drones, no pinta nada me parece.
Lo quitamos ¿no? Así además,
nos ahorramos una mentira más, que me da vergüenza: esas milongas poco
creíbles que intentamos hacer tragar a los nanos van en contra de mis
principios educativos y del ejemplo que debemos dar a los peques. Que esa
mentira colectiva e universal se mantenga, que los adultos sigan abusando de la
ingenuidad de los pequeños, me parece el colmo.
Lo peor es cuando oigo a unas
madres negar lo evidente a sus hijos de 15 o 18 años que por fin han
descubierto la verdad sobre el papá Noël: allí se fomenta la desconfianza de
los niños hacia el mundo adulto, nos quita credibilidad y creo que es muy
peligroso. ¡¡Fuera el papa Noel !!
Pues ¡ya está! ¡Ya tenemos una Navidad
diferente para 2020 !
Os dejo ahora que tengo que poner agua y
comida en mi terraza que llegan los Reyes.