Leopoldo Bonías La noticia del fallecimiento de Roberto Belda en este inicio
del verano nos ha estremecido a todos
los que los que lo conocimos . Fue un auténtico “conseguidor”. Una especie de
padrino en pequeña escala y en el buen sentido de la palabra. Disfrutaba haciendo
favores, ese era su premio; el ver que sus amigos conseguían hacer efectivo ese
pequeño o gran sueño que tenían en proyecto pues no pedía nada a cambio. Y es
que Roberto Belda vivía tus alegrías y tus decepciones como propias.
Se dice que las personas no mueren mientras permanezcan en
el recuerdo y Roberto Belda está en el recuerdo de más personas de las que él
podría imaginar. Yo, que estoy en deuda
con él ya que nunca me pidió nada, quiero devolverle el pequeño favor que me hizo
a mi manera para satisfacer mi particular código de honor compartiendo con las
muchas personas que le conocieron estas vivencias personales.
El sábado pasado me encontré en el Mercado Central a un
amigo común, Paco Llago, que, preocupado, me informó sobre el crítico estado de
salud de Roberto y del posible inmediato fatídico desenlace. Por desgracia no
falló en el pronóstico
Le recuerdo en el restaurante de La Bolera, con su
gigantesca copa llena de hielo con refresco de cola (en aquella época era la
Pepsi su favorita) donde tenía su particular despacho cuando le comenté hace
más de 10 años el problema que tenía para desplazar al popular actor Tony
Leblanc desde su domicilio en Villaviciosa de Odón hasta Valencia. ç
Tras la
grabación de la película TORRENTE III sufrió un grave infarto el actor que
hacía inviable que viajara en avión o tren. Contra el consejo de los médicos se decidió a
venir si el traslado se hacía en un monovolumen, para recibir en el polideportivo
Municipal del Cabanyal un homenaje de la Federació de Boxeig de la Comunitat
Valenciana nombrándolo presidente de honor de la misma.
Roberto Belda, sin yo pedírselo, se ofreció espontáneamente a
cederme uno de los monovolúmenes de la Junta Local Fallera para ir a la calle
Tony Leblanc, nº 3 de Villaviciosa de Odón, donde vivía el personaje del mismo
nombre, a recogerlo para traerlo a Valencia, y
devolverlo al día siguiente de la velada homenaje a su domicilio en la
localidad madrileña. Y es que Roberto disfrutaba participando en el éxito de
cualquier actividad.
Colaborador infatigable con la delegación de fiestas en la
época dorada de Rita Barberá, el Ayuntamiento no supo estar a la altura cuando
de forma reiterada la delegación de Policía Local negó –mezquinamente para
muchos- la concesión de una placa de
reconocimiento, a propuesta de la Junta de Mandos de la Policía Local de
Valencia, a nuestro amigo Roberto, que se le pretendía hacer entrega el Día del
Ángel Custodio, patrón de la Policía Local de Valencia. La fiesta anualmente se
celebra en el mes de octubre coincidiendo con la festividad del Ángel de la
Ciudad.
Más de uno lo recuerda y comenta : “Ahora lo están purgando”. Y es que este y otros
gestos interpretados como desleales donde han primado más animosidades
personales o ideológicas que el espíritu de reconocimiento que debe guiar toda
actuación pública no ha caído en saco roto.
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