Frente a calle Murla FOTO H.G.
Solares junto a Parc Central FOTO H.G.
Vías del tren FOTO H.G. Punto de salida, puerta de la modernista Estación del Norte. Etapa intermedia: Parc Central. Destino final: la misma y centenaria Estación del Norte. Pero con ida por un lado y vuelta por otro. Empezamos por el más largo, el que se inicia en la constantemente cambiante (por el traspaso de locales) calle Bailén. Sí, ya sé que nunca faltan sus alojamientos con nombres que evocan lugares bastante alejados de la realidad de esta gris arteria vial. Hotel Zenit, pensión Jamaica, hotel Central Station Valencia… Entre bloques de alojamientos, proliferan comercios de telefonía móvil y estética atendidos por dependientes con rasgos del extremo oriental de Asia.
Cada tramo de la calle Bailén representa un microcosmos. El segundo, tras el cruce con Matemático Marzal, comienza con una tienda erótica y, luego, el clásico bar Don Pepe. Eso sí, con un excéntrico (si lo comparamos con lo que traslada el nombre del bar) rótulo: “auténtica comida china”. Continuamos y, tras superar la esquina de la calle Julio Antonio, pasamos ante el enorme tattoo y un nuevo comercio de objetos eróticos junto a una persiana bajada con un Cupido enorme. Contrastes.
València cosmopolita
Siguiente fase de Bailén. A un lado, el complejo administrativo del Instituto Nacional de la Seguridad Social; a otro, el no menos imponente Híper Asia. Me llama la atención la cantidad de papeles colgados en su entrada. La mayoría se halla rotulada con caracteres chinos. Convive en armonía con anuncios en perfecto castellano de un viaje a Lourdes o de un curso de coaching. ¡Estamos en la cosmopolita València!
Y, acto seguido, queda la comisaría del Cuerpo Nacional de Policía. La vista se me va a un enorme cibercafé acristalado y al restaurante Bon Menjar. Buena elección esa denominación para abrir el apetito.
Aún me queda camino. Ya en la esquina, en el semicírculo donde choca la calle Ramón y Cajal con la valla de la estación, paso junto a la salida del túnel de Germanías taponada desde hace lustros. No entiendo el bloqueo a peatones de ese pasaje. No puedo evitar bajar los escalones para comprobar que su cancela está más que cerrada. Sí, ya sé que a unos 50 metros existe un pasaje abierto, el del tramo derecho de Ramón y Cajal. Y afortunadamente reformado.
Acelero, que se me escapa el tiempo. Tengo un objetivo. Paso junto al elegante enrejado que ilustra la Estación del Norte de Mercancías, junto a la estación ¿provisional? del AVE (triste imagen la que transmite el extenso descampado frente ella), a la sucursal 7 de Correos, a la enorme base de vehículos y aparcamiento de la estación, y me planto en el cruce San Vicente/Giorgeta. La aplicación de salud de mi móvil me indica que llevo 2.300 pasos andados.
Me pego a la diminuta acera y asciendo el puente (o paso elevado) de Giorgeta. Quiero ver el Parc Central desde las alturas. El Parc Central y todo su entorno de vías y de solares. Ya que nos guiamos por datos, invierto 1.100 pasos para llegar hasta la calle Filipinas con ascenso y descenso de la pasarela incluidos. Cruzo los tres carriles que luego se bifurcan en dos de subida al puente por este lado y los dos que se amplían a cuatro de bajada.
Me pongo en una de las salidas naturales de Malilla, la calle Juan Ramón Jiménez, me desvío hacia la derecha a la plaza Sanchis Guarner, atravieso los 11 carriles para coches entre los dos sentidos (más un decimosegundo para bicicletas) de Ausiàs March, los cuatro (más el bici) de Doctor Waksman, los cinco (más el bici también, claro) de Peris y Valero, remato con los siete de Filipinas y, superado el estrés de tanto tráfico, me planto ante la entrada principal de Parc Central y respiro tranquilo.
Entrada del Parc
Etapa volante alcanzada. A disfrutar del lugar, que vale con creces la pena, y a captar sus dimensiones. Para ello, me voy al vértice opuesto y busco la sombra de la Tipuana Tipu (Acacia Rosa). Desde allí tengo una panorámica del puente de Peris y Valero que antes he atravesado, de los descampados entre las vías y el muro del Parc Central y del amplío parque canino instalado, el más grande que he visto en mis paseos por Valencia.
A su lado, la única entrada desde Malilla (la número seis del parque) cuando he realizado esta exploración llena, como las de cada mes, de afán de curiosear. Justo ante la calle Murla, debajo del puente, quizás en el tramo más sombrío de Peris y Valero.
Retorno a la entrada principal (750 pasos según mi teléfono, que todo lo cuenta). Cruzo Filipinas y me planto en la plaza Manuel Granero, rectangular, con escaso encanto para que te incite a sentarte a disfrutarla y repleta de excrementos de animales diversos. Una pena, porque este espacio podría dar mucho más de sí. Con el Parc Central a 157 pasos, la elección está clara. Total, que giro y vuelvo a Filipinas y, de allí, a la plaza Demetrio Ribes, enfrentada a la calle Literato Azorín.
Me pego al lateral del parque hasta que empalma con el muro de la estación y me obliga a cruzar al otro lado de Filipinas, hacia donde esta vía urbana cambia su nombre al de Gibraltar (entre espacios colonizados anda el callejero) y sigo hasta Gran Vía de les Germanies. 630 pasos necesito para hacer este trayecto: la distancia prácticamente entre la salida del túnel y de la boca de metro de Bailén por calle Cuba y el Parc Central. Y, de allí, sumo 1.320 pasos más para volver al punto desde que empezó este recorrido, la Estación del Norte, puerta a València.
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