Carolina Bang, muy atenta al discurso de su pareja, Álex de la Iglesia
La ministra de cultura, Ángeles González-Sinde
'Pa negre' se convirtió en la película ganadora de los Goya 2011
Álex de la Iglesia dando su último discurso como presidente de la Academia
Nora Novas, ganadora del Goya a la mejor actriz
Javier Bardem le dedicó el Goya a su mujer, Penélope Cruz y a su hijo
Un día antes del día de los enamorados, el 13 de febrero, los premios del cine español, nuestros Goya, llegaban a su edición número 25, y para ello se trasladaron hasta un escenario de ensueño: el Teatro Real de Madrid. Hubo, por fin, y gracias al cambio de patrocinadores, con Pancho a la cabeza desde el patio de butacas, alfombra roja. Y el rojo fue uno de los protagonistas de la noche: de rojo vistieron algunas de las estrellas de nuestro cine: del rojo más rojo de Marisa Paredes o Ana Belén (espectacular a sus casi sesenta años con un palabra de honor) a los tonos más apagados de la mejor actriz del año, Nora Navas, la nominada y espléndida Emma Suárez, o la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde. Rojas eran las gafas de Buenafuente, las corbata de Pascual Maragall y Paul Laverty, guionista de También la lluvia, marido de Iciar Bollaín y el más descamisado de la noche; rojo era el color predominante en el escenario. El otro color protagonista de la noche fue el negro. Negro en los vestidos de otra buena parte de los atuendos de los asistentes: Maribel Verdú o Belén Rueda, la encajada Najwa Nimri, Cayetana Guillén Cuervo, Carolina Bang, la inefable Leire Pajín y los chicos: Bardem, Rodrigo Cortés (director de Buried), Eduard Fernández, Karra Elejalde, Paco Tous, Agustí Villaronga y algunos más eligieron el total look en negro riguroso. Y negre fue el color de la película vencedora de la noche: Pa negre se hizo con 9 de los 14 Goyas a los que estaba nominada. También apareció el blanco del angelical Buenafuente al principio y al final de la gala y de Santiago Segura. En distintos tonos de beige, crema o maquillaje, según quién los mire, los vestidos de Pilar Bardem, las revelaciones Natasha Yavorenko y Aura Garrido, Lydia Bosch, Lola Dueñas, Silvia Abascal y María Valverde. Dando la nota de color, azul eléctrico, Adriana Ugarte y la ministra Salgado, y el verde de Elena Anaya.
A priori, se hablaba de estos premios como de los más imprevisibles y abiertos en las quinielas de los últimos años, pero lo cierto es que hubo pocas sorpresas, tanto en los premios como en la gala en sí. Ésta empezó muy bien, pero fue perdiendo ritmo y fuerza según se desarrollaba: el primer sketch, con Buenafuente interactuando con algunos de los mejores momentos del cine español más reciente (de Volver a Camino) a imagen y semejanza de un Billy Cristal patrio (como veremos, no será el único préstamo que los organizadores de este año de la Gala tomaron de sus colegas hollywoodienses, y no siempre para bien) y el primer número musical, con Luis Tosar a la cabeza, versionando éxitos musicales de Sabina o Antonio Flores entre otros, provocaron risas y la esperanza de ver una gran gala, esperanza que, por desgracia, no consiguió mantener durante sus casi tres horas y cuarto de duración, media hora más de lo previsto (y sin cortes publicitarios) No estuvieron a la misma altura los falsos trailers de las películas nominadas (a excepción del de También el arco iris, que transformó También la lluvia en comedia romántica gay), aunque sí Buenafuente, demostrando una vez más porqué es uno de los mejores showmans de este país, con un monólogo inicial impecable en el que hizo referencia a las descargas ilegales, las desavenencias entre ministra y presidente (que habían posado juntos a la entrada, ella colgada del brazo de él) y se dirigió a los presentes, como ya hiciera el año pasado. Mención especial merece su reacción tras la irrupción del espontáneo durante la entrega a Javier Bardem como mejor actor del año, al que calificó como imbécil (al espontáneo, no a Bardem) Con más Buenafuente, la gala hubiera ganado, sin duda: casi consiguió que nos olvidáramos de Rosa María Sardà.
Los premios se fueron entregando en una monótona sucesión de presentadores y discursos largos y aburridos. De los presentadores, nos preguntamos cuál es el criterio para elegir esas combinaciones imposibles: Javier Gutiérrez y Silvia Abascal, Najwa Nimri y Gonzalo Suárez o Verónica Forqué y Mario Casas, por citar sólo alguna de esas parejas imposibles y sin ningún glamour. Por otra parte, podemos comprobar cómo la misma gente del cine se empiezan a tomar en serio la gala como vehículo promocional del cine español cuando vemos otras parejas como Paco Tous y Juan Diego (próximos protagonistas de 23-F), los primos Quim Gutiérrez y Adrián Lastra, o Federico Luppi y Leonardo Sbaraglia (que estrenan Sin retorno) presentar otros tantos premios. Esos sin olvidar a Segura y su Torrente 4.
Para entregar los galardones a los mejores actores protagonistas se reunió sobre el escenario a cuatro actores y cuatro actrices anteriormente premiados, copiando el sistema empleado estos últimos años en los Oscars. No siempre es acertado copiar lo que hacen en Hollywood.
Los discursos, decíamos, largos y aburridos (¿qué les ocurre a los goyas de honor?), adjetivos de los que se libran las lágrimas de Marina Comas, revelación del año en Pa negre, la naturalidad de Maragall sacando su móvil del bolsillo para leer los mensajes de felicitación que iba recibiendo mientras agradecían su premio al mejor documental y su “sin Diana no hay Pascual”, y el discurso del aún presidente de la Academia de la Iglesia, correcto (como casi siempre), discurso en el que destacó su defensa de la red (“Internet no es el futuro, es el presente”, dijo) como aliada del cine, y la unidad de todo el sector para hacer frente a los problemas que afectan al cine español. Y una confirmación: se va. Qué pena.
De los premiados, pues eso: pocas sorpresas y menos objeciones: los Goya hablaron catalán. Pa negre, con 9 cabezones, fue la triunfadora de la noche: Agustí Villaronga, después de una carrera muy arriesgada (Tras el cristal, El niño de la luna, o El mar) triunfó con su película más convencional. Karra Elejalde, indiscutible mejor secundario con su doble papel en También la lluvia, también mejor banda sonora (y van nueve para el donostiarra Alberto Iglesias, los mismos que para el maestro de los FX Reyes Abades, uno de los dos de la Balada más triste del presidente; el otro fue para su maquillaje) y premio para su excelente y complicada producción. Buried, premio al mejor guión original, sonido y montaje. Y el quinto (más uno como productor) para Bardem por su enorme interpretación en Biutiful. Se está convirtiendo en una costumbre que él, por sí solo, sostenga una película mediocre. Es tan grande que se le quedan, como a Norma Desmond, pequeñas las películas. También catalán el documental ganador, Bicicleta, cullera, poma. La mejor película europea, al mismo tiempo que triunfaba en los Bafta, El discurso del rey.
En definitiva, una gala más gala que nunca (para lo bueno y para lo malo; hasta Corbacho vestía smoking), un poco más aburrida que el año pasado (pero es que habían dejado el listón muy, muy alto) y con algunos fallos incompresibles en su realización televisiva (esos planos generales durante el recuerdo a los fallecidos del año que impedían reconocer a los telespectadores a los homenajeados; homenaje durante el cual volvió a sonar, ya lo hizo el año pasado, la música de Alberto Iglesias para La flor de mi secreto), los clips con algunos de los mejores momentos de estos veinticinco años de Goyas podrían haber sido mejores, valga la rebundancia, se mejoraron los que introducían las nominaciones (por fin) Y mejorable, también, el de recuerdo a Luis García Berlanga.
Algunas preguntas (¿sin respuesta?): ¿Se ha operado Mario Casas? ¿Y Marisa Paredes? ¿Por qué había cuatro ministros presentes: Economía, Industria, Cultura y Sanidad?¿Un mensaje subliminal: el cine es cultura, industria y salud?¿Por qué tenía esa cara Leire Pajín? ¿cuánta laca necesitó Pilar López de Ayala para su peinado? ¿Por qué Paul Laverty se pasó toda la gala sin chaqueta y con las mangas de la camisa arremangadas? ¿Por qué no acudió Garci? ¿Por qué volvió a agradecer su premio Jorge Drexler cantando, como ya hiciera en los Oscar cuando fue premiado por Diarios de una motocicleta, si en esta ocasión no tenía por qué?
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