Largas colas en el interior de la Basílica de San Pedro. / EPDA
Largas colas para despedirse del Papa Francisco. / EPDA Cae la tarde, consigo que un autobús semi vacío (cosa difícil en la ciudad eterna) me acerque hasta la Plaza del Sant’ufficio. Ya se empiezan a ver los grupos de personas que quieren entrar a la Basílica De San Pedro.
La cúpula está iluminada con luz potente, es esa antorcha que conduce las miradas al Baldaquino de Bernini donde reposan los restos mortales de ese Papa que tras bendecir al mundo la mañana de Pascua, veinticuatro horas después emprendió el viaje que todos tenemos que hacer camino de la eternidad.
Es un momento histórico vivir la muere de un Papa en Roma, es una experiencia poder contemplar esa multitud que se acerca con actitud piadosa a decir adiós a un hombre que desde el año 2013 ha sido el Pastor del pueblo católico.
Toda la fila que contemplaba el féretro del Papa, hacia una inclinación, se santiguaba y contemplaba con gran respeto a nuestro último Papa.
Al admirar ese momento que sólo la realidad te invita a contemplar, me vienen a la memoria dos pensamientos, el primero es que a pesar de las muchas miserias humanas, la Iglesia está viva. Hay una fuerza tan grande conduciendo el timón de la barca de Pedro, que es imposible que se hunda. Las miradas hablan y expresan lo que el corazón calla.
El segundo pensamiento lo encuentro en el Salmo 116, resumiéndolo en una frase: “¿… cómo te podré pagar tanto bien como me has hecho?” Ante la imagen del Papa Francisco se desvanecen los miedos, se aleja la sensación de soledad y percibes la comunión del Pueblo de Dios.
Muchas veces afloran dudas, hay percepciones que no son buenas, que nos afectan, pero en jornadas como las que está protagonizando el Papa Francisco, sientes que el mensaje no se ha perdido.
¿Cuantas veces decimos hay que enamorarse del mensaje y no del mensajero? Francisco ha sabido hacer llegar su mensaje. “-Despídeme De Francisco”; “…dile que allá arriba nos encontraremos”, son frases que me han repetido al oído; todos esos mensajes son los que están llegando desde la Plaza del Risorgimento, Vía de la Conciliación, o desde cualquier lugar que hay una cola de personas esperando noche y día, velando a Francisco.
“Recen por mi” dijo el hombre que quiso ser el servidor de todos. Su huella la seguimos en silencio y el mundo se acerca a demostrar su sentimiento profundo de amor.
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