Rafa Escrig.
Somos un país
ruidoso. Los españoles, somos un pueblo ruidoso. No caben porcentajes, ni
excepciones, ni excusa ninguna. Hay estudios que demuestran que somos el país
más ruidoso del mundo. ¿Por qué? Otra vez vamos a decir lo de nuestro
maravillosos clima; todo sol, todo luz, los cerca de ocho mil kilómetros de
costa, porque somos una gente extrovertida y simpática, que ya quisieran otros…
Si fuera así, ya preferiría yo que fuésemos un poquito menos extrovertidos,
alguna nube y un par de grados menos, con tal de rebajar también algunos
decibelios. Aunque dudo mucho que el clima tenga la culpa.
Consultados el
Diccionario de Sinónimos de la RAE y el Diccionario Ideológico de Julio
Casares, aparecen cientos y cientos de palabras sinónimas y afines a la voz
ruido, incluido grito, alboroto, confusión, fragor, estrépito, bulla, estridencia,
jarana, vocinglería, escándalo, gresca, follón, batahola, algazara, zarabanda,
trapatiesta, bullicio, algarabía, guirigay, jarana, remolina, zarabanda,
jarana, disputa, rifirrafe, pelotera, tremolina, jaleo… Una lengua que posee
esa cantidad de voces alusivas al ruido, creo que lo dice todo de nosotros.
Interrumpo lo que
estoy escribiendo y me asomo a la ventana al oír una serie de gritos; debe
pasar algo. No, simplemente es la hora de salir del Instituto. Detenemos el vídeo;
se ha oído como una explosión. No pasa nada; un par de motos que pasan haciendo
carreras. Oigo hasta las tantas de la noche una especie de música insoportable
que no cesa; no es posible dormir así. No pasa nada, son las fiestas de
nosequé. A las cuatro de la mañana pasa el camión de la basura y otro, detrás
de él, que va limpiando los contenedores… ¡Ya, si nos quejaremos de todo! ¿Qué
más queremos?
Gritamos por el
simple hecho de gritar y hacemos el máximo de ruido en nuestras
manifestaciones: festivas, populares, deportivas, personales, ¿queremos una
prueba? vayamos a un bar a la hora de almorzar.
El problema no es
que pongamos, en nuestro coche, el volumen de la radio al máximo, y con las
ventanillas abiertas, para que todo el mundo pueda disfrutar, o que pongamos
escape libre a nuestra moto para avisar que estamos atravesando la calle a
ochenta kilómetros por hora, o que durante las fiestas valga absolutamente
todo, que en los conciertos y demás tipos de espectáculos populares, se
sobrepasen todos los niveles de ruido, como si se tratase de que nos oigan
desde el pueblo de al lado. El verdadero problema es que a todo esto van unidos
nuestros gritos, y que ya no sabemos hablar si no es dando voces. Creo que el
problema de los ruidos y de los gritos, es un problema de mala educación y eso
es tan difícil de corregir que me temo que seguiremos ostentando el título de
país más ruidoso del mundo por muchísimo tiempo más.
Recordemos lo que
dice la canción de Joaquín Sabina: “Mucho, mucho, ruido / Contagioso ruido /
Ruido intolerable / Ruido sin sentido / Puro y duro ruido / Ruido, ruido,
ruido.”
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