Susana Gisbert. EPDA Pasó
hace apenas unos días, pero no era nada nuevo. De hecho, era tan
poco nuevo que a estas alturas ya casi todo el mundo parece haberlo
olvidado, aunque es algo que deberíamos tener bien presente..
Un
campo de fútbol lleno de aficionados supuestamente volcados en
animar a su equipo cuando suenan unos gritos que deberían avergonzar
a todo el mundo. Gritaban a Iñaki Williams, un jugador del Athletic,
frases ofensivas relativas a su color de piel. Racismo puro y duro. Y
ese día era Iñaki y su equipo, pero podía haber sido cualquier
otro.
Recuerdo
desde hace mucho tiempo comportamientos de esa guisa, como tirar
plátanos a un jugador, o hacer onomatopeyas comparándolos con
simios. Un espanto que no siempre ha recibido el castigo que merecía,
como ha sucedido cuando se han gritado en algunos estadios consignas
machistas y hasta que minimizaban la violencia de género.
Es
verdaderamente bochornoso que un lugar donde debía reinar la
deportividad más sana, se infecte con el odio de salvajes que no son
otra cosa que eso, salvajes. Llamarlos aficionados al fútbol es
insultar a todas las personas que aman el deporte.
No
deja de ser curioso que la única vez que he sabido de la suspensión
de un partido por razón de odio fue cuando a un jugador se le
gritaba "nazi" por su presunta vinculación a un movimiento de
extrema derecha. Y no es que crea que se deba consentir semejante
cosa, pero resulta paradójico que en este caso se suspendiera el
partido y no se haya hecho cada vez que se trata de humillar a
alguien por su origen o el color de su piel. Algo sobre lo que habría
que reflexionar.
No
obstante, me quedo con la parte buena, que siempre se puede sacar una
enseñanza positiva de las cosas a poco que una se esfuerce. En este
caso, sirvió para conocer la historia de superación de este
deportista y su familia, que se jugaron el todo por el todo en pro de
un futuro mejor. Y ha servido para que, en su propio estadio, San
Mamés, luzcan pancartas de apoyo al jugador y que condenan cualquier
tipo de racismo.
Ojalá
no hubiera tenido que pasar nada así, no hubiera tenido que sufrir
una persona para que el deporte tenga que posicionarse de una manera
clara y sin fisuras contra estos comportamientos, pero más vale
tarde que nunca.
El
deporte es una cosa, y los salvajes que escupen su odio desde las
gradas son algo distinto. No dejemos que utilicen el fútbol, noi
ningún otro deporte, como excusa.
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