José Antonio Sancho, feliz. FOTO EPDA José Antonio Sancho Sempere pasó el año pasado 6 meses en la cárcel. Antes incluso de celebrarse los dos juicios a los que se enfrentaba, la justicia lo metió en prisión preventiva ante la gravedad de lo investigado en la '
trama de las asesorías'. Sin embargo, quien fuera el secretario municipal de
Canet d'En Berenguer durante casi treinta años seguía vendiendo entre sus acólitos que todo había sido una patraña sin pruebas del fiscal y la Guardia Civil basada en las informaciones de El Periódico de Aquí que descalificó constantemente entre quienes aún lo veían casi como una divinidad (entre otras cosas porque, como se ha sabido en el juicio celebrado en diciembre en la Audiencia Provincial, les había prestado dinero, los había contratado en alguna de sus múltiples empresas o había presidido el tribunal de las oposiciones que habían ganado en diversos Consistorios).
Sancho se creía inmune, intocable, después de 30 años de poder en el Ayuntamiento de Canet, extendido más tarde en otras administraciones públicas a través de sus empresas, desde la Academia Valenciana de Juristas, hasta Millena III Milenio -con un hombre de paja con una concesión del Ayuntamiento de Canet-, entre otras. Confiado en que la maraña de nombres, domicilios y mercantiles despistaría por siempre a la prensa y la justicia, El Periódico de Aquí inició un trabajo de investigación en solitario, que comenzó precisamente en Canet d'En Berenguer y su vinculación con La Pobla de Farnals. Han sido más de tres años de informaciones basadas en indicios que hacían sospechar que algunas cosas eran delictivas, como así ha concluido el juez en una primera sentencia, la de La Pobla de Farnals, que es 'pecata minuta' con la que llega ahora con el macrojuicio de la 'trama de las asesorías'.
Como propietario y director de El Periódico de Aquí -que, todo hay que decirlo, he echado en falta el apoyo de otros compañeros de profesión-, he desfilado hasta cinco ocasiones por el juzgado, todas ellas con Sancho presente en las denuncias de una u otra manera. En una de ellas, como ya he dicho en alguna ocasión, me pedía cárcel. El condenado corrupto al periodista. Vivir para ver y ver para creer. Uno de sus chiringuitos, la Academia Valenciana de Juristas, el 'brazo jurídico armado' utilizado para atosigar a los que molestábamos, presentó dos derechos de rectificación y los perdieron y fue condenada a costas.
Pero la persecución no terminó aquí. Me quitaron la publicidad durante un tiempo del Ayuntamiento. Algunas empresas fueron advertidas para que no se publicitaran. He recibido una multa de la Policía Local que está recurrida. Y he recibido amenazas. Por no hablar del intento de compra que en su día tuvo la Academia de Juristas contratando dos páginas de publicidad en El Periódico de Aquí o el ofrecimiento que me hicieron de un apartamento en Canet. O aquel libro que editó el señor Sancho en el que me dedicaba dos capítulos con dos fotos, una de ellas conmigo en un ataúd, sin olvidar los artículos de opinión o la información en mi contra que le editaba el desaparecido gratuito La Gaceta, un panfleto impulsado para frenarme.
Sancho había creado una telaraña de empresas y estómagos agradecidos, teniendo en Canet el caso más grave de todos: con dos hijos de funcionarios -el varón, jefe de la Policía Local y la mujer, en el departamento de Contratación- y varios funcionarios trabajando al mismo tiempo en alguna de sus empresas. Sin olvidar la empresa de recaudación, que trabaja en este ayuntamiento a dedo, hasta que ahora ha salido a concurso el servicio, todavía por decidir. Atentos tendremos que estar a esa transferencia que le hizo Recaudaciones Levantinas a una de las firmas de Sancho.
Pero señor Sancho, usted no estaba por encima de la ley. Y la justicia ha hablado alto y claro. Por tanto, me alegro, no por venganza, sino por justicia. Y porque no me han hecho mejor regalo en el día de los plumillas, que una victoria del PERIODISMO sobre la CORRUPCIÓN. Y, como yo, habrá muchísimas personas que hoy estarán celebrando el éxito de los tribunales sobre su divinidad. Te creías y te creían un Dios, pero has demostrado ser un vulgar delincuente.
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