Susana GisbertDicen
que la realidad siempre supera a la ficción, que el hombre propone y Dios
dispone y que cuidado con lo que sueñas no vaya a hacerse realidad. Todas esas
cosas, y muchas más, se me vienen a la cabeza viendo cómo el tema de la
violencia de genero monopoliza redes sociales y medios hasta casi saturarlos.
Si hace un año, cuando se cocían las
movilizaciones del 8M y nos quejábamos de que los temas de igualdad fueran
siempre segundo plato de mesa informativo, me llegan a decir que íbamos a copar
portadas, artículos y redes, no lo hubiera creído. Es más, hubiera pensado que
era un sueño imposible de realizar. Pero, como decía, la realidad siempre
supera a la ficción y aquí estamos, un año más tarde, sin poder abrir un
periódico o mirar la pantalla del móvil sin que el tema salga a relucir.
Pero, como también decía, el hombre
propone y Dios -o quien quiera que maneje el destino- dispone y hete tú aquí
que nos encontramos en un punto en que hay quien ya está saturado. Pero no cómo
pensábamos que sería. Qué va. La irrupción en la política española de otras
sensibilidades - ¿o debiera llamarlas insensibilidades?- ha hecho que la violencia
de género se ponga sobre las mesas de negociaciones exactamente para lo
contrario que imaginamos. No para darle protagonismo y, por fin, poner en
marcha todas esas cosas que quedaron pendientes, sino para lo contrario. Para
cuestionar lo que habíamos avanzado.
Pensábamos que había llegado el momento
de sentarnos y hablar para avanzar y resulta que, si nos descuidamos, hemos de
apuntalarnos para no retroceder, casi para gritar eso de “Virgencita, que me
quede como estoy”.
Tal vez estábamos en punto muerto, pero
ahora corremos el peligro de que, en lugar de meter primera y acelerar, se haga
marcha atrás. Y eso es un peligro tremendo. No solo porque hay que reduplicar
el esfuerzo, sino por el riesgo de la saturación. Ya he oído varias veces a
políticos decir que debe quitarse este tema de las mesas de negociaciones,
amparándose en que la igualdad no puede ser rehén de la política. Pero eso es
un riesgo enorme. Si no se habla de ello, nos volveremos a quedar en punto
muerto. Y esta es una cuestión donde no avanzar es retroceder, y los retrocesos
se pagan con vida humanas, vidas de mujeres que no pueden dar frenazo y marcha
atrás.
Tiene mucho de cierto eso de tener
cuidado con los sueños, no vayan a cumplirse. Soñábamos que la violencia de género
sería por fin objeto de atención preferente, y nos hemos encontrado con que así
ha sido, pero para intentar desandar todo lo andado, incluso lo que fue objeto
de esa rara avis en nuestra política,
la unanimidad.
Me da miedo eso de sacar este tema de
la política. Porque solo con políticas efectivas puede lucharse por la igualdad
y contra la violencia de género. Y por nada del mundo quisiera que se hiciera
realidad lo de evitar un tema, no vaya a darnos problemas, que nos llevaría de
nuevo al armario de los asuntos olvidados.
Tengamos cuidado. Las pesadillas
también pueden cumplirse. Aún estamos a tiempo de evitarlo.
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