Susana Gisbert. /EPDAHace pocos días enterrábamos a María Jiménez. Poco hubiera imaginado que una de sus canciones más famosas, “Se acabó”, volvería a escucharse por tierra, mar y aire tantos años después. Y estoy segura de que eso le supondría una gran alegría, pero también una gran tristeza, porque lo que subyacía en aquel tema, el grito descarnado poniendo fin a una situación de abuso, seguía siendo tan necesario como entonces.
Confieso que en su día no entendí el tema de la cantante. Yo era una niña y aquello no pasaba de ser la reacción a una ruptura a una relación que la tenía harta. Todo lo demás lo fui entendiendo conforme crecía, del mismo modo que hoy comprendo a las jugadoras de la selección de fútbol, esas que han tenido que gritar lo mismo que gritó María en su día.
Me cuesta pensar el suplicio por el que habrán pasado estas mujeres, que no son sino la punta del iceberg de lo que ocurre a otras muchas, de lo que nos puede ocurrir a todas. Ha tenido que suceder algo tan bochornoso como el episodio protagonizado por el ya ex presidente de la federación para que las cosas saltaran por los aires. Ha tenido que sufrir una mujer una agresión sexual para que el mundo les haga caso. Una historia tan vieja como la que contaba María Jiménez en su día.
No sé si estas mujeres alcanzan a comprender la importancia de lo que han hecho, dentro y fuera del campo. Ni siquiera sé si el resto somos capaces de asumirlo. Pero a partir de ahora nada será igual. La lucha por la igualdad ha dado un paso de gigante con sus botas de tacos, y eso no tiene vuelta atrás.
Además, para que nadie les pueda poner ni una pega, han cumplido como campeonas que son con su compromiso deportivo. Contra una selección sueca que las quiso apoyar en su reivindicación a pesar de la rivalidad, y que dice mucho de ese espíritu deportivo que más de una vez creemos que se ha perdido. Ellas, aunque perdieron, también se comportaron como unas campeonas.
El día de mañana se hablará de este “se acabó” como un hito más en el camino hacia la igualdad entre hombres y mujeres. Y, además, en un ámbito como el fútbol, donde parecía que cambiar las cosas eran imposible.
Por eso hoy, aunque podría decir que se acabó, no lo voy a hacer. Porque esto no ha hecho más que empezar
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