El
triunfo socialista en Andalucía ha marcado desde el inicio mismo de
la campaña electoral la actividad toda de la política española,
relegando otros temas de mayor “calado social” para el conjunto
de la nación a una segura esfera donde no se sabe si Podemos-
bien apoyado y patrocinado extraordinariamente por algunos medios de
comunicación que hacen de lo dramático algo extensivo a toda
España- dice representar ya incluso a la opinión general del
conjunto de la sociedad y la idea misma de “justicia social”
como algo propio y exclusivo.
La
actividad política española, en su conjunto, ofrece uno de los
peores momentos de su historia, con elementos desestabilizadores
frente al gobierno del Partido Popular cuyo mérito no
reconocido e ignorado ha devuelto a una España apartada, muy
apartada del crecimiento económico y ha devuelto estabilidad a un
país cuyo futuro se presumía aterrador frente a una más que
posible quiebra cuyos efectos hubieran sido devastadores. Ha habido
errores posiblemente pero negar el triunfo del gobierno popular en
este fundamental tema es negar la realidad misma frente a la
evidencia del estado pasado de las cosas. España hierve y no se
sabe si es por el calor del verano o por el fuego de las palabras que
a veces calienta más que el fuego mismo y tanto desprecia vilmente a
los demás dejando nota de aviso de su presencia.
La
aparición del independentismo catalán como una fuerza política
activa de primer orden en un territorio que posee alrededor del
veinte por ciento de la población total de todo el país ha marcado
y marcará en el tiempo uno de los principales problemas en la
integridad territorial española; quizá muy especialmente por
producirse en una situación de gran crisis económica que afecta
indefectiblemente a la razón misma de su ser social.
España
hierve y no poco, también en el País Vasco donde siempre está
lloviendo. El nacionalismo vasco se ha situado a la sombra del
movimiento independentista catalán, advirtiéndose cierto
paralelismo entre un movimiento y otro que parece obedecer a una
idea preconcebida como si fuera un proceso calculado de manera
milimétrica que va señalando su acción política en función de la
pujanza del independentismo en Cataluña y su progreso frente a un
Estado vacilante en ocasiones , ya de por sí debilitado por el
desprestigio de alguna de sus instituciones en medio de una
crisis económica de gran repercusión en el bienestar de la sociedad
y en la estabilidad de su necesaria cohesión social que
mantiene su estructura y su función política desde la
estabilidad y con la estabilidad.
Lo
que puede suceder en Cataluña o en el País Vasco no afecta
únicamente a sus habitantes y al ejercicio de su propia
libertad sino también a toda España en su unidad indisoluble,
fundamentada ésta en su estructura política como extensión de
su cohesión social y económica. Lo que suceda en un lugar sucederá
en otro , no por la práctica de dote adivinatoria alguna sino por el
ritmo y los tiempos en que el nacionalismo silencioso
parece moverse frente al Estado debilitado y la nación toda en su
razón misma de su existencia como tal, entendiendo España como una
suma y no como una resta, como una realidad y no como una
probabilidad.
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