Capilla de la Cofradía Marraja con los Sudarios de las distintas Agrupaciones y el Padre Jesús Nazareno, titular de la Cofradía fue realizado por el escultor D. José Capuz Mamano en el año 1945, representa al Nazareno camino del calvario con la cruz a cuestas. España se ha convertido en una gran Hermandad, fruto de esa comunión
que desde los balcones vamos manifestando día tras día. Manifestaciones
espontáneas a lo largo y ancho de nuestra patria, que ponen en valor la inmensa
solidaridad del pueblo español. Valores que cuando vienen mal dadas, cuando nos
enfrentamos a tiempos recios, manifiestan la grandeza de una sociedad que está
muy por encima de su actual gobierno. La Historia es testigo fiel de ese
espíritu tan nuestro y, una vez más, esa historia nos vuelve a convocar para
hacer frente a la primera crisis global del siglo XXI. El mayor reto desde la
II GM.
La lucha contra el COVID-19 nos ha unido, sacando lo mejor
de todos y cada uno. Todos aportan y todos asumen con resiliencia el avance
imparable del virus. Incertidumbre, miedo, desasosiego, alarma, podrían resumir
el estado de ánimo de una sociedad que asiste perpleja a una desastrosa gestión
por parte de un gobierno ideologizado. Una sociedad que se siente engañada y
abandonada por aquellos que deberían anteponer el interés general a la
politización del dolor. Pese a todo, de esa desazón surge ese fraternidad cívica
que nos depara ejemplos heroicos. El verdadero relato de una batalla diaria, bien
desde la primera línea de lucha contra el virus, bien desde ese confinamiento
al que estamos sometidos y que necesariamente se alargará.
La imprevisión e ineptitud del actual Ejecutivo
social-comunista propicia esas heroicas demostraciones de una sociedad, la
española, convencida de sus propias potencialidades, aún más cuando se pierde
la confianza en quien dirige la nave. El clamor popular va en aumento y el
relato del Gobierno, buscando taparnos lo ojos y los oídos echa más leña al
fuego. Un relato que da la espalda a toda una sociedad sumida en el dolor ante
el implacable avance del COVID-19 y que empieza ya a preguntarse si la actitud
irresponsable del Gobierno, ocultado la realidad, no tiene visos de
criminalidad. Unión en el dolor y la indignación que genera una verdadera
Hermandad, como las miles que ante la inminente llegada de su Semana, a lo
largo y ancho de España, viven en recogimiento la tristeza de no poder
procesionar. Una Hermandad de sentimientos que fluyen ante la mayor tragedia
que nos ha sacudido desde nuestro fratricida enfrentamiento. Una Hermandad
unida en el silencio atronador que acompaña a todas las víctimas. Una muerte en
soledad que nos rompe por dentro, impotentes al no poder despedirnos de
nuestros seres queridos.
Una crisis que pone a prueba a toda la sociedad en su
particular Pasión. Por ello, apelamos a la forja de esos espíritus atribulados contando
también con esas “virtudes cotidianas” que nos describía Ignatieff. Tolerancia,
perdón, confianza y resiliencia, a las que yo añadiría esas otras virtudes
cardinales que fluyen de nuestro ADN, templanza, prudencia, justicia y fortaleza.
Toda ayuda es poca para afrontar estos tiempos con una nueva aleación cívica. Entramos
en esta Semana de Pasión en pleno confinamiento. Una Pasión que estamos
sufriendo también gracias a un Gobierno que nos da esperanza con una mano,
mientras con la otra te la quita y te coloca una corona de espinas. Así lo está
viviendo el corazón de nuestra economía ante el virulento ataque planificador e
intervencionista de un Gobierno superado por esta crisis, que improvisa sin
caer en las consecuencias. Consecuencias que depararán en graves problemas
económicos y sociales, al tiempo. Nunca un Gobierno con tanto poder en sus
manos demostró mayor ineficacia. Pero eso sí, aprovechando cada resquicio de
esta crisis para ir cercenando nuestro Estado Social y Democrático de Derecho,
en aras de la Dictadura del Proletariado. La sociedad española no se merecía el
peor gobierno posible para gestionar el más complicado y trágico escenario de
nuestra historia reciente.
Son tiempos recios que sin duda van a marcar el devenir de
nuestro futuro. Un nuevo clivage que marcará el rumbo de nuestra
sociedad, de la política y economía de los próximos años, sin duda. Ahí tenemos
nuestro reto. Como sociedad, para sacudirnos la institucionalización de la
Política y propiciar una mayor y mejor participación en la res publica.
Para activarnos ante lo que los teóricos anuncian como “crisis del estado”. El
agotamiento de un modelo que debemos implementar desde la prudencia reformista y
así, poderlo ofrecer a una cada vez más insatisfecha ciudadanía con el actual
ecosistema político. Hace falta esa “evolución” hayekiana de la que nos habla
el profesor Vallespín, para afrontar los nuevos retos tras la salida de la
crisis y poder desde esa nueva visión, dejar atrás el modelo de planificación e
ingeniería política, del que este gobierno es su mejor exponente. Desde la
lealtad constitucional hay que buscar nuevas fórmulas. Ahora son muchas las
voces que se alzan demandando unos nuevos Pactos de la Moncloa, un Gobierno de
Concentración Nacional. Primero para ofrecer certidumbres y fortalezas con las
que afrontar la crisis. Y segundo, para poder concertar un escenario de
esperanza para una nación que necesita ver luz más allá de las cortinas de humo
de un gobierno centrado en la propaganda.
Abril empieza y acabará en confinamiento. Quien nos lo iba a
decir. La entrada de la primavera ha sido triste, llevándonos por una sucesiva
procesión de sentimientos encontrados. Ahora, nos disponemos a pasar nuestra
Semana de Pasión. Con el ejemplo de esas Hermandades, de miles de Cofrades y
con el eco lejano de esas marchas que llenan de armonía cada rincón de España,
nos disponemos a disfrutar también, gracias a la gran variedad de opciones en
plataformas y formatos digitales, de esa otra Semana Santa desde el
confinamiento y con un espíritu muy especial. El recuerdo de todos los que nos
están dejando y de manera especial, el aplauso para todos los que nos ayudan y
protegen.
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