María José Gimeno. / EPDA
La Semana Santa Saguntina es una de las más antiguas de España, con más de 500 años de historia y un arraigo que se mantiene vivo, gracias al esfuerzo de la Cofradía de la Purísima Sang de Jesucrist y de todo un pueblo, que cada año se vuelca con la 'Fiesta', tanto con sus aportaciones como con su presencia en cada uno de los actos. Una tradición muy arraigada en Sagunto, pero que, como muchas otras tradiciones, debería evolucionar, adaptándose a la sociedad, sin perder su esencia.
De hecho, este es uno de los debates más que más he escuchado en los últimos años, casi siempre a puerta cerrada y en voz baja. Y es que el deseo de muchos vecinos, vecinas y familias cofrades es que la mujer pueda participar en las procesiones, como cofrades. Un rol que, hasta ahora, ha sido tradicionalmente reservado exclusivamente a los hombres, y vetado para ellas.
No obstante, esta situación contrasta con la realidad de muchas otras ciudades y con la propia evolución social. Pero ¿qué sentido tiene seguir manteniendo esta exclusión en pleno siglo XXI?
Las tradiciones son valiosas porque nos conectan con nuestra historia, pero su continuidad no depende de permanecer inmutables, sino de su capacidad de adaptación con los nuevos tiempos y dialogar con el presente. Son muchas las hermandades en España que ya han integrado a la mujer, sin que ello haya supuesto ninguna pérdida de autenticidad. Al contrario, ha enriquecido más las celebraciones, puesto que las ha hecho más representativa, inclusivas y abiertas.
En Sagunto, el argumento de la "tradición" es el que suele esgrimirse, pero aquí deberíamos cuestionarnos qué si lo esencial de nuestra Semana Santa Saguntina es la devoción, el recogimiento y la participación de todo un pueblo ... ¿por qué excluir a una parte de ese pueblo?
Estoy convencida de que la integración de la mujer en todos los ámbitos de la Semana Santa no debería verse nunca como una ruptura, sino como un paso natural que la haría más acorde con este siglo. No se trata de imponer cambios abruptos, sino de abrir una conversación serena y pacífica, en la que prime el respeto a la historia, pero también a la realidad actual.
Las tradiciones que perduran son aquellas que saben evolucionar sin perder su alma. Y la Semana Santa Saguntina, con toda su riqueza cultural y espiritual, tiene en sus manos la oportunidad de seguir siendo un referente, sumando, en lugar de excluyendo. Porque todo lo que en esta vida no suma, resta.
Si les digo la verdad, siempre lo he dicho, jamás he tenido la necesidad de enfundarme una vesta negra y procesionar. Pero sí es cierto que respeto profundamente el deseo de todas aquellas personas que quieran hacerlo, sin distinción de género. Del mismo modo que también respeto y entiendo que muchos 'padres' estén deseosos de que sus hijas puedan procesionar por las calles de Sagunto, como cofrades, al igual que sus hijos varones, y no verlas excluidas tan solo por su condición de mujer.
Creo firmemente que la Semana Santa no debería ser una cuestión de género.
Creo en una Semana Santa inclusiva, abierta y respetuosa con la espiritualidad y el sentimiento de la Fiesta.
Creo en mi Semana Santa Saguntina. La Fiesta que me tocó el corazón, de la mano de mi padre, varón y cofrade de los pies a la cabeza, una madrugada de Viernes Santo, a mi corta edad de cinco años.
Creo, respeto y amo profundamente mi Semana Santa Saguntina. La Festa de todo un pueblo que un año más hará vibrar nuestros sentidos y latir con fuerza nuestros corazones.
Y que viva por toda una eternidad nuestra Semana Santa Saguntina. La nostra Festa.
Página publicada en la última edición impresa con el artículo. / EPDA
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