Vicente Cornelles. /EPDA Ser de Castellón, ser Castellón imprime carácter, como los sacramentos. Y este valor sacramental no lo tienen todos los castellonenses, menos aún en el ámbito político. La comunión con la ciudad turquesa y naranja implica trabajo, mucho trabajo, y sacrificio.
No caben excedencias ni bajas maternales. Hay que escuchar a los vecinos, informarse, estudiar, atender, diagnosticar, comprometerse, tomar decisiones valientes, gestionar, moderar, arriesgarse, prepararse, alzar la voz y romper con las reglas de juego habituales de una rutina sin sentido, solo a la espera de cobrar a fin de mes unos sueldos elevadísimos como dirigentes políticos.
Ser Castellón es de una disciplina calvinista, de 24 horas de servicio y renunciando a muchas cosas, muchísimas. No se puede estar a tiempo parcial ni delegar responsabilidades. Tampoco, y precisamente por la naturaleza mistérica de nacer y vivir en la capital de la Plana, no hay debilidades que valgan. Ser Castellón, somos Castellón es firmeza, entereza, temperamento, fuerza y garra. Ni dudas, ni ‘meninfotisme’. Hay que tener madera de Castellón. Lo otro, los otros, son sucedáneos interesados, partidistas, economicistas y egoístas.
No creer en proyectos ambiciosos y ser escéptico ante propuestas que puedan engrandecer nuestra urbe, como agita algún telepredicador en redes sociales, es visionar una ‘antiga vila’ mediocre, reduccionista y pobre de espíritu porque mejorar Castellón es posible e ilusionante. Una confianza ciega que solo disponen unos pocos, los que tenemos una vítola eucarística de fe inquebrantable a unas señas de identidad como las que tiene nuestro pueblo, diferenciadas y diferenciadoras de otras colectividades cercanas que quieren imponer su ley, que adoctrinan sin cesar para un pensamiento común y empequeñecedor. Somos Castellón se lleva en los genes.
Exclusivos, únicos e irreemplazables. Hartos del filibusterismo patrio, la singular realidad es Castellón, algo que no entienden, no comprenden ni se esfuerzan en hacerlo, aquellos que pregonan dogmas, tópicos y consignas surgidos más allá del termino municipal castellonense. Ser de Castellón, ser Castellón, imprime carácter, como los sacramentos.
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