Teresa Ortiz. /EPDA Todos los días nos encontramos ante el término liberal, ya sea cuando se hace alusión al partido al cual estoy orgullosamente afiliada (Ciudadanos), o bien, cuando escuchamos información sobre formaciones políticas de este perfil, que tan arraigadas y tan decisivas son en las democracias europeas, como el caso del partido socioliberal del presidente francés Emmanuel Macrón. E incluso en el continente americano, como ocurre con el caso de Canadá, alrededor del partido liberal del presidente Justin Trudeau, entre otros ejemplos. Por tanto, encontrar formaciones liberales a lo largo del planeta, algunas de ellas gobernando y liderando países, no es algo raro o extraño.
Por otra parte, creo que el término liberal tiene unas acepciones en el siglo XXI que lo hacen particularmente atractivo a la hora de optar por percibir el mundo de la política, la sociedad y la economía. Desde la perspectiva política, un liberal de hoy es alguien a favor de las libertades, del progreso, del reformismo y de las sociedades abiertas. También es alguien que lucha contra la pobreza, actúa por la justicia social y por la equidad. Es alguien que está a favor del mercado, del comercio y de la propiedad privada, pero contra los privilegios. No contempla los abusos estatales, ni tampoco los del gran capital, ni comulga con el populismo, con el nacionalismo ni con un dirigismo estatal propio de las economías planificadas o socialcomunistas. En Francia, Canadá, Holanda, España o Chile, entre otros países, ha emergido un tipo de liberalismo de tinte 'progresista' moderno, un liberalismo alejado del antiguo liberalismo económico (o clásico), situado este en un contexto histórico de siglos atrás, y por supuesto, contrario al neoliberalismo político y económico.
En términos políticos, el liberalismo político, en general, se fundamenta en la democracia y en la soberanía del pueblo para elegir a sus representantes. En este ámbito político, son fundamentales la libertad del individuo y la protección de sus libertades civiles. En este pensamiento, se consideran clave las libertades de pensamiento, de expresión, de prensa y de asociación. Todas estas libertades son garantizadas por medio de un Estado de Derecho, en el que los ciudadanos son quienes ejercen la soberanía mediante una serie de representantes políticos, pertenecientes a partidos políticos, o independientes, según situaciones, elegidos democráticamente, dentro de un régimen de separación de poderes.
Son fundamentos propios de la doctrina política liberal: el libre comercio, ciertas limitaciones a la intervención del Estado en los asuntos de los ciudadanos, la protección de la propiedad privada, la libertad de credo o religión, la igualdad racial, la igualdad de género, la democracia, el capitalismo (el capitalismo social en la actualidad), la sociedad abierta o el internacionalismo. El liberalismo, desde su perspectiva política, hoy por hoy, se considera un sistema compatible y presente, en mayor medida, en las democracias de tipo representativo republicanas, aunque también aparece contemporáneamente en países de tradición monárquica.
Desde la perspectiva social, han surgido numerosas variantes ideológicas dentro del liberalismo, que se resumen en dos grandes ramas o vertientes conocidas por todas las personas en el mundo: 'los conservadores' y 'los progresistas'.
Centrándome en el liberalismo progresista o social, que es el que particularmente profeso, este se fundamenta en la defensa de la libertad respecto a las relaciones sociales. Para el social liberalismo, el primer principio o dogma es que se garantice el derecho de las personas a su autodeterminación y su autorrealización. Para alcanzar este objetivo, no solo el propio esfuerzo individual será siempre suficiente, sino que las personas tienen que ser dotadas de unas condiciones de igualdad de oportunidades y de parámetros de justicia social, estando esto reflejado a efectos prácticos, en oportunidades laborales, educativas, de salud o de riqueza. Para alcanzar esta igualdad, el social liberalismo considera al Estado un elemento fundamental, para garantizar la redistribución la riqueza y del producto social sobre las personas más débiles de la sociedad. En esta corriente, aunque la mediación del Estado es vital para garantizar que se da la igualdad de oportunidades, en ningún caso, es éste quien debe tomar todas las decisiones.
En la actualidad, al igual que sucede con el liberalismo conservador, el liberalismo progresista es también una especie de 'etiqueta' que se ha puesto a muy diferentes y extensos movimientos o partidos políticos, alejados del liberalismo clásico o de su vertiente más conservadora. Con todo, en el siglo XXI, todas las vertientes sociopolíticas más moderadas están convergiendo a reclamar una especie de espacio político y social común más 'centrado'.
En términos puros de economía, el liberalismo económico, se basa, muy resumidamente, en dejar libertad a las relaciones que surgen entre los agentes económicos, de tal forma que el Estado en caso de intervenir, lo haga de un modo más limitativo. A efectos prácticos, el liberalismo económico más moderno, en su evolución hasta la fecha actual, promueve el libre comercio como el mejor camino para alcanzar el desarrollo económico. Gracias al libre comercio, se aprovecharían las principales ventajas comparativas de los territorios en la búsqueda de mayores economías de escala y se conseguirían detener las excesivas regulaciones, propias del proteccionismo, acabando con los privilegios de Estados, territorios, sectores o grupos.
Gracias a las tesis del liberalismo económico moderno, se produce una mejora de la calidad de vida de todos los ciudadanos y socialmente los individuos no quedarían tan sumamente desprotegidos. Igualmente, las personas y empresas tienen los incentivos idóneos para poder competir y buscar así la mejor forma de lograr sus objetivos personales o empresariales, impulsándose el desarrollo, la creatividad, la innovación y los nuevos proyectos empresariales.
Gracias a las ventajas del libre comercio y de la libre competencia los consumidores podrán disfrutar de una mayor gama de productos y servicios, así como de mejores precios. El libre comercio permite el surgimiento de nuevas empresas y más y mejor empleo. Aparecen economías de escala y crece la especialización, por lo que se consigue un incremento de la eficiencia empresarial y de la productividad, que redunda en la obtención de mejores productos. Los inversores se ven incentivados, por lo que se incrementan las inversiones en los países con sistemas liberales, fomentando la economía del país.
Si con toda esta presentación conceptual ustedes me preguntan si entiendo el pensamiento liberal moderno como la base para tener una mejor democracia, un mejor país y una sociedad y economía más equitativas, la respuesta es sí. Tanto desde la perspectiva política, sin olvidar nunca la vertiente más social, como desde la perspectiva económica descrita. En mi caso, veo reflejada mi visión óptima del mundo en todas las descripciones que les he hecho. Por tanto, soy liberal y me siento liberal y creo que estos preceptos políticos, económicos y sociales son los que mejor deben ayudar a guiar a la sociedad a la preservación y mejora del estado del bienestar, que tan en peligro ha estado con estas sucesivas crisis económicas mundiales, políticas y sociales.
Con todo, soy realista y asumo que hacer consolidar y crecer un proyecto político liberal en una España de rojos y azules, interesadamente bipartidista, en la que la lucha política de trincheras sigue viva, donde se vota a la contra y de manera muy polarizada, sigue siendo un proyecto de presente y de futuro, cuyos avances son y serán seguros, pero que hay que ir paso a paso, elección a elección y con los pies en el suelo. Hay un amplio espacio político para los liberales en España y desde Ciudadanos estamos representando estos preceptos en dicho espacio actualmente en muchos Gobiernos, con cercanía ciudadana, utilidad democrática y buena gestión. Las elecciones en Andalucía van a ser otro lugar donde demostrar por qué ese espacio liberal nos pertenece y por qué es necesario en nuestro país.
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