Sergio BeaEl 15% de la población mayor de
18 años presenta problemas renales crónicos que pueden derivar en eventos
cardiovasculares o cerebrales si no se protegen. Es un porcentaje que ha
crecido en un 50% en sólo ocho años y que está íntimamente relacionado con el
sedentarismo, la obesidad, los valores elevados de glucosa, ácido úrico o
colesterol, la hipertensión (valores superiores a 14-9) o el consumo de tabaco.
En el Día Mundial del Corazón
analizamos por qué son la primera causa de muerte en el mundo, con 17,9
millones de fallecimientos anuales. Lo hacemos con Sergio Bea, nefrólogo de La
Fe y responsable de Nefrología, Hipertensión y Riesgo Cardiovascular del
hospital Quirón. Pone el dedo en la llaga: “Los cigarrillos multiplican por 5
el riesgo de sufrir un infarto o un ictus y por 4 el desarrollo de una
enfermedad renal crónica, sin hablar de que es responsable de más de una decena
de cánceres. Genera tantos perjuicios y lleva aparejado tanto gasto sanitario
que debería estar prohibido”.
¿Y cómo debe actuar la Medicina?
“Estableciendo una relación de confianza. Al paciente hay que mirarle, oírle,
entenderle y sonreírle. No somos su padre y, por tanto, no estamos para
abroncarle sino para ayudarle”.
¿La Medicina debe curar pero
también cuidar?
En efecto. Sobre todo establecer
una relación de confianza porque muchas veces nos olvidamos que tratamos con
personas por la presión asistencial y nos limitamos a revisar los análisis casi
sin mirar al paciente. Hay que mirarle, oírle, entenderle y sonreírle para que
sepa que te estás metiendo en su problema. Si se siente mejor, escuchará al
médico y se quedará conforme. Si no, generaremos desconfianza. Y esto es más
importante que prescribir muchas pastillas.
Alguien que ha sufrido un infarto
mantiene la ansiedad y por ello es importante no decirle al paciente que es un
exagerado. Hay que tranquilizarle sin generarle la sensación de molestia porque
dispara la tensión y posiblemente no contará lo que le sucede. El enfermo a
veces suaviza la información que proporciona, no sé si por vergüenza o por
falta de relación de confianza. Tú no puedes tratarle como si fueras su padre.
Debes educarlo pero no echarle una bronca porque nosotros lo que hemos de hacer
es aconsejar. No vale decir: no tome sal y punto sino explicarlo bien. Siempre
es mejor la empatía que la soberbia, por buen médico que puedas ser.
¿Qué población presenta mayor
riesgo cardiovascular?
La esperanza de vida cada vez es
mayor y esto se traduce en un aumento de la incidencia y en más problemas de
hipertensión o diabetes. A ello hay que sumar el hábito tabáquico o la obesidad,
que actualmente es una pandemia, y la
vida sedentaria.
El riesgo es mayor en hombres
hasta la menopausia y a partir de ese momento, empieza a equipararse, sobre
todo porque hemos igualado el número de fumadores en ambos sexos. Los problemas
de angina de pecho, infarto, ictus… cada vez se ven con más frecuencia. En
2010, el 10% de la población padecía alguna enfermedad renal crónica y ahora,
un 15% en mayor de 18 años. La prevalencia ha crecido en un 50% en 8 años.
Estos factores acaban en eventos
cardiovasculares si no se protegen.
¿Es inexplicable que con la
información que manejamos el consumo de cigarrillos siga al alza, sobre todo
entre la población más joven?
La sociedad no lo interioriza
como un daño patológico a corto plazo. Uno no se encuentra mal cuando fuma hasta que un día se produce el
evento. Ocurre lo mismo con la diabetes o la hipertensión, que tampoco duelen. Debemos
insistir en la sensibilización de las consecuencias tabáquicas a medio-largo
plazo: multiplica por 5 el riesgo de sufrir un infarto o un ictus y por 4 el
desarrollo de una enfermedad renal crónica, sin hablar de que es responsable de
más de una decena de cánceres. Genera tantos perjuicios y lleva aparejado tanto
gasto sanitario que debería estar prohibido. Es una droga legal.
¿Qué es una enfermedad renal
crónica?
Es el daño que se produce al
riñón por problemas basados en la hipertensión, la diabetes, procesos
inflamatorios o alteraciones congénitas, pero al fin y al cabo todo lo que
pueda producir un episodio cardiovascular podría provocar un daño irrecuperable
del riñón de forma que el paciente o bien pueda morir en el proceso o bien
acabar en una diálisis o necesitado de un trasplante.
¿Cuál es el rango de edad más
expuesto?
Va a depender, exceptuando,
lógicamente, las enfermedades congénitas. Las relacionadas con los factores de
riesgo cardiovascular empiezan a partir de los 50 años porque es cuando aparece
la diabetes, la acumulación de muchos años de tabaquismo, la hipertensión o picos
de ácido úrico, colesterol… Al paciente con una enfermedad renal crónica se le
considera con patología cardiovascular de alto riesgo y debe llevar un control
médico muy estricto de diabetes, tensión arterial, colesterol, azúcar… y evitar
fármacos potencialmente nocivos para el riñón como los antiinflamatorios. No se
pueden tomar a la ligera el Enantium, Voltarén, Neobrufen, Naproxeno… sino
prescritos con supervisión. También hay que beber bastante agua, que es un
fármaco buenísimo para el riñón.
¿Cuánto ejercicio se debe
hacer?
El que soporte cada paciente. No
hablamos de ejercicios de pesas porque no son cardiosaludables. Hay que andar, jugar al
tenis, nadar, ir en bicicleta… algo que no sea extenuante. No hablamos de hacer
20 kilómetros de running.
¿Qué se considera
hipertensión?
Cifras de tensión arterial que
superen el 14-9 pero ahora se está afinando más y se recomienda más baja en
personas más jóvenes. Incluso en más mayores, si la alta es elevada pero la
baja normal, tampoco se evalúa como un hipertenso al uso.
En realidad, las altas suelen
tener tendencia a aumentar a medida que cumplimos años porque las arterias se
van haciendo más rígidas. Las mínimas tienden a estabilizarse. Normalmente es
más elevada en varones que en mujeres pero no es una regla general.Una de cada
tres personas mayores de 60 años es hipertensa.
¿Cuál es la causa?
El 90% de las ocasiones no tiene
causa pero hay un 10% que puede estar asociado a un problema de salud
potencialmente reversible: alteraciones hormonales, cardíacas, de tiroides,
perfusión de los riñones...
Es una de las principales
causantes de ictus hemorrágicos que suelen ser más dramáticos de forma
espontánea en personas jóvenes.
¿Cada cuánto tomarla?
La población joven sin patologías,
entre 1 y 2 veces al año. Conforme se van cumpliendo años, siempre y cuando no
haya hipertensión, bastaría cada tres meses.
¿Por qué se produce un ictus?
Habría que hablar de un accidente transitorio, que equivaldría a un ictus
pero con baja intensidad, que se prolonga un periodo corto de tiempo y se
recupera totalmente. Fuera de ahí, el ictus puede ser o bien isquémico, cuando un
trombo obstruye un vaso que va al cerebro o hemorrágico, por rotura de un vaso.
Este último suele ir asociado a una hipertensión. El tratamiento debe ser el
drenaje y el cierre de la lesión. Los isquémicos son más frecuentes, están
asociados a personas más mayores y se producen normalmente por problemas
cardiovasculares.
Sin embargo, en el caso de los hemorrágicos,
por ejemplo el consumo de cocaína dispara la probabilidad de padecerlo.
¿Cómo se detecta?
El hemorrágico no se suele
detectar porque es espontáneo, por ejemplo haciendo deporte con la rotura del
aneurisma. El isquémico puede presentar avisos, como hormigueo en la lengua o
en la boca, dificultades para hablar, pérdida de fuerza en las manos… Ante
estos síntomas, se ha de acudir a un hospital para que se comience a tratar
incluso antes de que se presente.
El problema es que muchas veces
viene de golpe con un aviso muy leve. Tienen más riesgo los pacientes con
diabetes, problemas cardíacos o de riñón. Son patologías muy ligadas unas con
otras.
Lo que tenemos que hacer es ir al
origen y controlar bien los valores de glucosa, ácido úrico, colesterol… , evitar
el sedenterismo, no fumar…
La buena noticia es que han
aparecido nuevos fármacos capaces de controlarlo.
Se están desarrollando nuevos medicamentos
para la diabetes, que tienen beneficios cardiovasculares y renales muy
importantes y de referencia para cardiólogos, internistas, nefrólogos y
endocrinos. Son inhibidores selectivos de un transportador renal de glucosa
sólida. Se emplean para bajar la glucemia y mejoran el pronóstico renal y
cardiovascular. Son muy seguros.
A nivel cardiovascular se ha reducido la mortalidad de
casi un 30% y de protección renal, presenta descensos en la diálisis cercanos
al 40%. Con el tiempo se emplearán también fuera de la diabetes.
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