Amparo SellésEl
coronavirus ha afectado en profundidad a nuestro modo de vida. Pero
en lo que más nos ha puesto una señal de STOP
es a la hora de tener sexo con personas no convivientes (palabra tan
de moda) o no convenientes depende de las circunstancias que uno viva
de puertas para adentro de su casa.
El
miedo al contagio y las leyes nos obligan a aislarnos. La única
solución viable y segura cien por cien “pasa” por usar las
nuevas tecnologías, que a través de sus aplicaciones chateamos,
nos divertimos, ligamos o también divorciamos.
Durante
el confinamiento se han formado parejas virtuales al calor de la
pantalla, que han roto antes de conocerse en persona.
Sabemos
de sobra que esta enfermedad va a restablecer un nuevo orden
mundial, el amor pospandémico traerá consigo una cada vez más
acentuada ausencia de piel ajena, vivir el sexo a través de una
pantalla francamente, acojona, por lo menos a mí. El poder tocar,
oler, respirar, saborear, besar, lamer, acariciar etc. con una
pantalla por medio no es lo mío. La soledad sexual palabra que
muchos desconocíamos parece que haya venido para quedarse.
Pasolini
decía que hay que ser fuerte para amar la soledad. Claro que la
soledad es muy hermosa cuando tienes a alguien a quien contárselo.
Pero
hablemos de sexo que es a lo que hemos venido.
La
Agència de Salut Publica de Barcelona (ASPB)
recomienda no intercambiar besos- ni saliva- cuando se tengan
relaciones sexuales con personas con las que no se convive por el
riesgo a contagio, pero ¿y si la persona conviviente es infiel?, y
escoger “espacios abiertos y bien ventilados”, o sea en medio del
campo o en la calle y con la “Filomena” como único testigo.
Barcelona
como el Departamento de Salud de Nueva York-llega
a aconsejar el uso de mascarilla durante el sexo para prevenir los
riesgos de “la respiración agitada y los jadeos”- (Yo creo que
sólo nos la deberíamos de quitar si supiéramos tanto convivientes
como ligues que no tenemos el bicho o si somos capaces de jadear y
respirar girando el cuello cada uno para un lado)…difícil.
No
hay evidencia de que el coronavirus se transmita a través del sexo
vaginal o anal. Aunque la recomendación general de ambos es:
“reducir al mínimo las relaciones sexuales con personas no
convivientes y siempre es más seguro darse uno mismo gusto al
cuerpo”, pero teniendo el gel hidroalcohólico cerquita, eso añado
yo.
En
Nueva York
incluso se toman la libertad de recomendar posturas seguras: “Sea
un poco perverso. Sea creativo con las posiciones sexuales y las
barreras físicas, que permitan el contacto sexual mientras evita el
contacto cercano a la cara”
Ufff
que pereza, voy a darme una ducha, no sin antes dejaros un escrito de
mi próximo libro…
Te
hice el amor mientras dormía, fue inevitable.
Cerré
los ojos llenos de cansancio, me acerqué a tu espalda y con mis
brazos te abrazaba, te abrigaba.
Mi
cara buscaba tu cuello, deseaba tus besos.
Fue
un momento eterno, simplemente me excitaba verte así, indefenso ante
mí.
Mi
respiración se agitó, mis sentidos se desbordaron pero no desperté,
me deslicé entre las sábanas y sin despegar mi cuerpo del tuyo me
puse frente a ti moviendo mi cuerpo sinuosamente al ritmo de nuestra
canción, de nuestro rondó.
Así
te rondé, te besé, te lamí, te susurré, te deseé.
Enloquecí
con solo imaginar tus manos recorriendo mi cuerpo deteniéndose en
aquel lugar donde sólo tú haces que pierda la cordura.
Te
amé, sí, te amé en el más profundo silencio, sólo murmuré, sólo
gocé, sólo gemí…
Shhhsss
no digas nada, déjate llevar y sigue bailando… en ese momento te
desnudé en mi mente, te besé lentamente recorrí con deseo cada
parte de tu cuerpo deteniéndome en aquellos lugares donde se que tus
gemidos se vuelven aullidos.
El
éxtasis se salió de control. Te imaginé tan locamente haciéndome
el amor que mi piel sudaba gotas de pasión, tanto fue así que mi
orgasmo llegó llenando el silencio que antes reinó.
No
dije nada, solo quería quedar saciada, y tú que te vaciaras.
Fue
tan maravilloso, que no hizo falta una caricia más para que se
desbordara ese rio en el que tanto me gusta bañarme… después de
tanta lujuria me dormí abrazada a mi almohada envuelta como por un
mar en calma.
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