Verónica Alarcón. /EPDA Querida mamá: Si ves a la niña que se metía contigo en la escuela, por favor, no te pongas triste, ni tengas miedo, ni te avergüences de ti misma. Traga saliva para que no se te haga el nudo en la garganta y pregúntale por qué te llamaba gorda. Por qué hacía corrillos para ridiculizarte delante de las demás y por qué animaba a otras a decirte cosas que te hundían. Pregúntale a las demás por qué se unían a ella y qué era exactamente lo que les divertía cuando te llamaban todos esos nombres que apelaban a los animales más pesados o más torpes.
¿Acaso temían ser el próximo objetivo si no le seguían el rollo? ¿Por qué nadie se chivó a la seño? ¿Por qué no lo hiciste tú, mami? Si te cruzas con ellas averigua por qué en la excursión al parque de Santo Espíritu te quitaron la merienda y se la pasaban entre ellas hasta que cayó al suelo, la pisaron y luego te la devolvieron obligándote a comerla. ¿Por qué fingiste que no pasaba nada? ¿Por qué seguías jugando con ellas? ¿Saben ellas que dejaste de jugar al baloncesto porque te amedrentaban? ¿Porque se reían de ti? ¿Por qué no alzaste tu voz? Quiero hablar con ellas y decirles lo tontas que son. ¡Siento no haber nacido antes para poder defenderte, mamá!
¿Cómo hacías para volver a clase y hacer el deber? ¿Cómo pudiste seguir estudiando y sacar buenas notas? No te preocupes por mí: si veo que esto pasa en mi cole lo voy a decir a la seño y si no me hace caso, entonces me meteré yo por medio. Si estabas un poquito gordita no pasa nada, mamá, eres muy guapa y muy lista y me cuidas muy bien.
A veces los mayores se meten con nosotros, nos ponen la zancadilla y nos quitan la pelota. El otro día un niño me llamó hijo de la mierda y no supe qué decir. Si esas niñas han tenido hijos, espero que nadie les haga daño. Que todo el mundo les respete y que nadie les quite la merienda.
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