Chelo Poveda. /EPDA Si sube la luz, bajamos los impuestos; si sube la gasolina, bajamos los impuestos; que quiten el impuesto de sucesiones y el de patrimonio. Ante todo, que bajen los impuestos. Ahora Feijoó dice cosas como que el gobierno se forra con los impuestos, impuestos que él bien sabe que financian las comunidades autónomas como la de Galicia que él mismo preside. Todos los problemas son los impuestos. Como respuesta a casi todo, que bajen los impuestos. Esta es la respuesta más rápida y manida a todo, a cualquier crisis, a cualquier dificultad.
Hay un consenso social, nacional y global metido a fuego por el sentido común liberal: a nadie le gusta pagar impuestos. Somos cuatro gatos quienes enarbolamos el discurso de que pagar impuestos (justos y proporcionales según la renta de cada cual) está bien aunque también nos cueste y nos pique. Somos cuatro gatos, pero alguien tiene que hacerlo.
Alguien tiene que contrariar el discurso hegemónico porque con los impuestos sostenemos lo que es común para todas y todos; el sistema sanitario, el profesorado, la judicatura, bomberos, policía, servicios de limpieza, servicios sociales, investigación y ciencia, construcción y mantenimiento de infraestructuras... Y una lista interminable de servicios que presta el estado y a los que no estamos dispuestos a renunciar (incluso quienes no quieren pagar impuestos).
Cuando triunfa el discurso dominante a favor de bajar impuestos, típica tesis de las élites de la derecha y ampliamente compartida en los medios, hacen que la sociedad cambie el foco de lo verdaderamente importante y del problema sangrante, el sistema en su conjunto. Cuando el sistema de la energía es palmariamente injusto las medidas inmediatas se dirigen a bajar los impuestos (lo estamos viendo estos días), sin embargo otras tesis muy razonables y eficaces desaparecen del debate y la acción pública como la nacionalización de empresas energéticas, o la intervención en el mercado, o la creación de una empresa pública. ¿Quién gana imponiendo unos debates y no otros? Usted lo sabe, y yo también. Gana el oligopolio de las energéticas y los que cogen las puertas giratorias, fin de la cuestión.
Pues bien, con el marco de debate centrado, coincidirán conmigo en que el problema no son los impuestos, ni si éste o aquel impuesto es alto o bajo sino que el problema reside en aspectos ligados a la justicia del sistema impositivo y a la justicia de según que mercados. Es necesario que hilemos fino políticamente como sociedad y no nos encuadremos en los estrechos marcos que intentan vendernos las élites económicas. Es de vital importancia hacer justos ambos sistemas, el impositivo y los mercados, para que la sociedad pueda afianzar y expandir el sistema de bienestar y afrontar los enormes retos que nuestro tiempo nos pone por delante (las consecuencias de una guerra, pandemias, cambio climático, pobreza, desigualdad...)
Ante las dificultades, bajar los impuestos reduce la capacidad del estado para responder, reduce las posibilidades de que gracias a la solidaridad social nos salvemos los unos a los otros sin tener que acudir a la caridad. Ande las dificultades, lo común nos cobija a todos y todas y nos permite seguir viviendo con dignidad. Y si lo común lo hacemos más fuerte con más dignidad y fuerza podremos afrontar cualquier cosa. Lo liberal, lo de que hay que bajar y quitar impuestos, solo favorece a cuatro que luego nos intentarán vender su seguro de salud. Lo común, sin embargo, nos fortalece como pueblo y como patria y es la mejor apuesta que como país podemos ofrecernos los unos a los otros para cuidarnos en las buenas y en las malas.
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