Jaime García.El
Sr. Vangaal, que fue entrenador del Barcelona, ante los dimes y
diretes de los aficionados, decía: ¡Siempre negativo!
En
los campos de fútbol las actitudes de los aficionados nunca son
benévolas ni conciliadoras con las decisiones arbitrales, sino de
crítica constante. Cada jugada es interpretada de mil maneras y las
decisiones arbitrales son recibidas con gritos e insultos. Tales
comportamientos no cambian las decisiones de los árbitros. Una cosa
es la ética de la responsabilidad y otra muy distinta la ética de
la convicción personal.
Hay
gentes que aplican a los hechos políticos, religiosos y de justicia
un doble lenguaje. Se resisten aceptar lo que no les gusta y
prefieren balancearse en la contradicción. Es el placer de la
rebeldía. Por una parte escuchan las sentencias de los jueces. Las
aceptan cuando les conviene y las protestan y vapulean cuando no
casan con sus pensamientos. Los jueces, al igual que los árbitros
de fútbol,
dictan
sus sentencias de acuerdo con su interpretación de las leyes.
Dictamen no siempre aceptado .Hay quien repulsa y critica dicha
sentencia cuando la misma les huele, como dicen, a cuerno quemado.
Algunos se atreven a condenar a los jueces por corruptos e
interesados. Estos días hemos escuchados escandalizados como
ciertos fiscales han puesto en solfa ciertas sentencias
judiciales. ¡Linchamientos inimaginables que ensombrecen la
justicia y han desconcertado a muchos españoles
Ante
tales actitudes, ciertos medios se han puesto su traje de fiesta y
han brindado con gran alegría .Las sentencias judiciales, dicen, dan
la espalda al pueblo. Esperaban sentencias más duras, hechas con
guantes de hierro y no de seda .Encuentro indigno pensar, como
escriben algunos, que los jueces manosean la ley a su gusto y
conveniencia y dictan sus sentencias caprichosamente.
Algunos
alegan que gozan de libertad de expresión y pueden decir y pensar
lo que les venga en gana. Esto hacen en un campo de fútbol ante una
decisión arbitral, pero quien decide la jugada es el árbitro, guste
o no guste. Decidir a gusto de todos es imposible. Observamos que
existe un viejo tic inquisitorial, que se alegra de arrojar gente
a la hoguera, de judicializar la vida española, de la cacería
política. Mientras se toman tranquilamente una caña, apedrean
inmisericordes a la gente. ¡A cuántos inocentes hemos
apedreado!.La protesta se ha convertido en lengua oficial de miles
de españoles!.
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