Vicente Montoro. /EPDAHace
un lustro amanecía entre lluvia y nubes la ciudad de Valencia: Rita
Barberá nos había dejado. Un día de tristeza que hasta el cielo
reflejaba. Lo recuerdo como un día en que la noticia estaba en boca
de todos: Rita se había ido.
Es
cierto lo que se dice del monstruo
que representaban figuras como Camps, Aguirre, Feijóo, o ahora Díaz
Ayuso tanto de puertas para dentro en el partido como en la esfera
pública. Resulta ilusionante poder ver la respuesta de la calle a
sus premisas por sentirla líder. Y Rita, la eterna alcaldesa, no se
quedó corta. Su misa-funeral, celebrada días después de su muerte
en la Catedral de Valencia, se abarrotó para despedir a la figura
más importante de nuestra ciudad entre finales del siglo XX y
principios del XXI, y ese es solo un ejemplo de su grandeza. Del
templo salíamos más de dos mil personas, además de los cientos que
se quedaron fuera, por falta de espacio, que comprendían todas las
edades. Su devoción por Valencia fue reconocida y devuelta en este
acto por jóvenes, mayores, y personas de toda procedencia y
situación, sin excepciones. Ella representaba lo que Valencia es y
siempre ha sido: abierta, moderna, vanguardista, acogedora,
atractiva, dinámica y un halo de luz.
Hace
cinco años
que nos dejó la eterna mujer
de rojo.
Porque lo hizo suyo. El color rojo, la antítesis del de sus siglas,
el azul. Porque también tintó la ciudad de azul durante 24 años.
Fue capaz de obtener 21 concejales de un total de 33 en las
elecciones de 2007. Algo inconcebible. Pero no solo eso: arrasó en
todas las elecciones desde 1995 hasta 2015 -cuando ganó, aunque no
consiguió gobernar-.
Durante
esos años se inauguraron auténticos emblemas, como la Ciudad de las
Artes y las Ciencias, el Palacio de Congresos, la mayor parte de las
líneas de Metrovalencia, se apostó por el Parque Central y se trajo
la tan bien avenida Alta Velocidad, aunque otros quieran hacer suyas,
tanto tiempo después, muchas de estas infraestructuras e hitos.
Rita
apostó
por colocar Valencia y, en consecuencia, la Comunitat Valenciana, en
el mapa internacional. Fuimos la ciudad española de los grandes
eventos: la Copa América que tanto se rechaza ahora, o la Fórmula 1
que convirtió la ciudad en un circuito urbano poco menos que
admirable. En el centro global del tráfico de mercancías, el de la
prosperidad, el del crecimiento económico que hizo que nuestro
Puerto sea el que más tráfico recibe del Mediterráneo.
La
tercera afiliada de Alianza Popular de Valencia introdujo a
su ciudad en un proceso de modernización sin precedentes que se vio
truncado en 2015, cuando un acuerdo de perdedores la echó de la
alcaldía y la sumió en una caza mediática sin precedentes. Y es
que a Rita debería recordársela por su vitalidad, su compromiso, su
unión y cercanía para con la ciudadanía valenciana, y no por los
desafortunados artículos que, día tras día, trataban de borrar el
legado de la mejor alcaldesa que ha habido en España. Se
fue tratada de forma denigrante
por parte de todos, pero el tiempo ha demostrado que más de uno
estaba equivocado, y se ha visto obligado a pedir perdón.
Solo
una imponente María José Catalá al servicio de los ciudadanos
valencianos podrá hacer que se llene parte del vacío que Rita
Barberá dejó en la ciudad de Valencia: nombrarla alcaldesa
honoraria de la ciudad, o plasmar el nombre de una mujer imbatible
que siempre será recordada a una gran avenida o plaza. Porque los
actuales (ir)responsables del Ayuntamiento de Valencia deberían
dejarse de «miopía política», como señaló la propia Catalá,
para poder reconocer lo que todos los valencianos admiten: el gran
legado y la gran labor de Rita Barberá al frente del tercer
ayuntamiento de España.
Hoy
los valencianos volveremos a demostrar que sigue estando en nuestra
memoria. Siempre, Rita.
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