La primera mitad de mandato en Les Corts ha estado marcada por debates crispados, remodelaciones del Consell y enfrentamientos sobrevenidos por la dana./EPDAHan pasado ya dos años desde aquel 28 de mayo de 2023 marcado por la consumación de la liturgia electoral de la democracia. Ese tórrido domingo del quinto mes del año los habitantes de las localidades de la Comunitat Valenciana tuvieron la oportunidad de votar, y quienes lo hicieron decantaron ayuntamientos, diputaciones y Generalitat.
Los titulares de aquella noche y la jornada postelectoral, la de la verdadera reflexión sobre lo sucedido, se resumían en la caída del Botànic y la subida del PP. Lo primero se produjo, principalmente, por el derrumbe de Compromís y el desplome de los vestigios filiales que sobrevivían de Podemos, ya que el PSPV –principal socio de la coalición- no solamente aguantó sino que mejoró resultados en Les Corts con cuatro diputados autonómicos más.
Y el ascenso del Partido Popular resultó tan espectacular que más que duplicó su número de escaños al saltar de los 19 de 2019 a los 40 de 2023 en el hemiciclo autonómico. Junto a los 13 de Vox, que aumentó en tres, aseguró el Consell. Con ese mismo apoyo asentó las alcaldías de grandes municipios donde había vencido, como Alicante y Valencia, y alcanzó la de Torrent. El PSPV, por su parte, retuvo bastiones tan relevantes como Paterna, Sagunto, Gandia, Vila-real o Elda. Compromís consiguió salvar uno de sus grandes baluartes: Alzira.
Todo esto forma parte de la historia política y electoral. Ocurrió hace ya dos años. Desde entonces ha transcurrido ese primer bienio de habitual recogimiento, de calma chicha, de ralentí. En este mandato esos calificativos no corresponden a la realidad en la provincia de Valencia debido a la devastadora dana que todo lo transmutó y que ha tiznado de negro y de imprevisibilidad el futuro de la gestión local.
Desde una perspectiva global municipalista varias son las conclusiones que pueden marcar esa primera parte de mandato y que resumimos en esta enumeración de siete:
-Efecto de la dana. Ha agitado la vida social y política en la Comunitat Valenciana y la ha llevado hasta una dimensión no conocida por la mayoría de los actuales votantes y, sobre todo, por quienes tienen la responsabilidad de adoptar decisiones públicas. Si la pandemia parecía haber conducido al límite a los municipios, la dana (más letal a escala municipal) la ha superado en la demarcación arrasada. Posiblemente en las provincias de Alicante y Castellón no se perciba la magnitud interna y externa, personal y social, de la tragedia; no obstante, en la de Valencia ha marcado, por encima de cualquier otro factor, esta primera parte de mandato.
-Problemas financieros. Este punto enlaza con el anterior. La recuperación de la dana pone a prueba la escasez de recursos autonómicos y locales, lo que vuelve a dejar en evidencia la carencia de una financiación para la Comunitat Valenciana adecuada a nivel estatal. El vicepresidente para la recuperación económica y social, Francisco Gan Pampols, ha establecido el cálculo de un lustro para conseguir volver al statuo quo previo en los alrededor de 80 municipios afectados por la dana, un tercio de los que pueblan la provincia de Valencia. Esto supondrá, un enorme desembolso que requiere, necesariamente, de un mayor compromiso de contribución tanto a escala estatal como europeo.
-Mociones de censura. No han proliferado en exceso -como suele ocurrir en esta primera mitad de periplo de gestión municipal-, aunque los casos de Requena, Chiva, Albaida, Sueca, Vilafamés, Vinarós o Montserrat demuestran que siguen plenamente vigentes. Precisamente una de esas actuaciones, la citada en primer lugar en Requena, provocó un vuelco en la FVMP. Su alcaldesa hasta entonces, Rocío Cortés, era la presidenta; por tanto, el hecho de que dejara de ser lo primero también implicaba perder el cetro de ese organismo autonómico. La sustituyó otra máxima munícipe del PP: Paqui Bartual, alcaldesa de Xirivella.
Estas maniobras que también forman parte del juego democrático acostumbran a acelerarse el tercer año, cuando la convivencia entre algunos socios de gobierno ya no resiste más tensión y cuando quienes están en la oposición ante ejecutivos sin mayoría absoluta contemplan ya nerviosos como el tiempo para revertir la situación mengua a marchas forzadas.
-El apogeo de las fuerzas municipalistas. El alcalde de Nules, David García, ha logrado aunar lo que parecía condenado a la división de la singularidad local. Ha gestado el proyecto de Unión Municipalista que está floreciendo en una gran coalición que ha obtenido, con esa suma, ya el rédito de una vicepresidencia en la Federación Valenciana de Municipios y Provincias (FVMP) y posiblemente consiga lo que asemejaba imposible hasta la fecha, que tanto PP como PSPV acepten en Les Corts la rebaja del listón electoral del 5% actual al 3%.
-Crecimiento desmedido de la crispación política. El ambiente de críticas desaforadas y defensa a ultranza –incluso por encima de cualquier lógica moral, intelectual y judicial en muchos casos- que supura la política nacional se traslada a la autonómica, con encendidos e insustanciales debates en Les Corts- e incluso a la local. Aunque en esta última suele primar el trato personal o la convicción de mejora del respectivo municipio sobre los argumentarios de partido, todo se contagia y se extiende.
-La doble remodelación del Consell. El president de la Generalitat ha llevado a cabo dos cambios de gobierno en un cuatrimestre. El primero lo ejecutó con rapidez en julio de 2024, tras anunciar Vox que abandonaba los ejecutivos autonómicos y, por tanto, renunciaba a sus consellerias en la Comunitat Valenciana.
De esta forma entró el segorbino Miguel Barrachina como conseller de Agricultura o hizo lo propio, en Infraestructuras, el castellonense Vicente Martínez Mus y cayeron los consellers voxistas Vicente Barrera, Elisa Núñez y José Luis Aguirre.
Después, en noviembre, tres semanas transcurridas desde la dana, Carlos Mazón decidió purgar responsabilidades destituyendo a Salomé Pradas, consellera por entonces de Justicia e Interior, y a Belén Juste, responsable hasta esas fechas de Turismo o Industria.
-La renuncia de concejales a sus actas y los pases al grupo de no adscritos. Al igual que las mociones de censura, se multiplican en el tramo final de mandato (con el hartazgo personal, problemas individuales de salud o el anuncio de sus partidos de que no repetirán en lista); no obstante, en el primer tramo también se han producido. Vox ha aglutinado algunas de las marchas parciales -dejan el partido pero no su acta de edil- más llamativas, como la del portavoz en Torrent, Guillermo Alonso del Real, o de la concejala de Náquera, Marta Izquierdo. En ambos casos, con su decisión, dejan al equipo de gobierno en minoría.
Podríamos seguir enumerando conclusiones y convertir este artículo en un ensayo sobre los cambios que ha experimentado la Comunitat Valenciana en el primer bienio de mandato. En un contexto en el que los acontecimientos se precipitan, a buen seguro que ocurrirá alguno más de relevancia antes del 17 de junio, fecha del segundo aniversario de la constitución de los ayuntamientos, tres semanas después de celebrarse las elecciones.
En cualquier caso, conforme se acerque la próxima cita electoral, la del último domingo de mayo de 2027, la tensión se irá elevando, la pugna crecerá y la emoción sobre el imprevisible futuro aumentará. Y la seguiremos contando.
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