Alicia Giner. /EPDA
Domingo por la noche, ha sido un día precioso, que, recostada sobre mi lecho, recuerdo, reviviendo momentos dulces y tiernos acontecidos en la jornada de hoy.
Días antes, El Cardenal, Arzobispo de Valencia, Don Antonio Cañizares en una de las entrevistas mantenidas a raíz de mi intervención en el proceso de investigación realizado por El Padre Vicente Esteve, sacerdote perteneciente a La Diócesis de Valencia sobre la vida de mi antepasado El Cardenal Juan Bautista Benlloch y Vivó, Su Eminencia inicia un diálogo distendido con, una serie de preguntas que le contesto en la medida que mis conocimientos permiten:
- ¿Cual era el vínculo exacto que os unía al Cardenal Benlloch, Alicia? ¿Era primo de tu bisabuelo?
- No Don Antonio, era primo hermano de mi tatarabuelo. El padre de mi tatarabuelo y la madre del Cardenal, eran hermanos.
- Alicia, tu no llevas ningún apellido del Cardenal.
- No yo no, pero mi padre si. Mi padre es Vivó de segundo apellido como lo era Su Eminencia.
- Imagino que no conociste a tu tatarabuelo, la vida no te lo permitiría.
- No, le contesté rotundamente pero tuve suerte, pude disfrutar de su hijo, de mi bisabuelo, mi yayo Enrique como yo lo llamaba.
- ¿Lo recuerdas?
- Si, a pesar de que era muy pequeñita cuando falleció, tan solo contaba seis años de edad, tengo su imagen grabada en la mente con claridad.
Don Antonio Cañizares, sonríe recordando la expresión de mi rostro, cuando, indagando documentación sobre la vida del Cardenal Benlloch surgieron fotografías que reflejaban lo que califiqué como «aire de familia», haciéndome saber que le agradaría poder ver alguna fotografía del padre de mi abuela.
Me despido de Su Eminencia asegurándole que podré complacerlo. Mi certeza se basa en el hecho de que la fotografía es una de las aficiones de mi progenitor y, tal cual espero, cuando le explico a papá lo que Don Antonio amablemente me había solicitado, pone en mis manos una foto en la que mi bisabuelo me recoge tiernamente entre sus brazos. Como buen retratista, el autor de esta obra de arte no solo refleja imágenes, muestra personalidad y sentimiento.
Un hombre alto, de porte elegante abraza el día de su bautismo, a la que cariñosamente, meses después, con motivo de su primer cumpleaños piropeó, en una poesía que fue el mejor regalo que pudo hacerme diciéndome:
Tú eres la primera chica de todos mis biznietos. En valenciano, por supuesto:
Tú eres la primera chica de “tots els meus bisnets ...”
Siempre supe que mis bisabuelos, padres de mi abuela paterna, tuvieron un huerto de flores. Reconozco que tuve más datos e interés por casa de los padres de mi abuelo paterno, por varios motivos, era donde mi padre y mi tío habían nacido y se habían criado unido al hecho, de que la elaboración del escrito que titulé «La Alquería», a raíz del Concurso de Literatura qué esta Diócesis me hizo el honor de premiar terminó de darme los datos que desconocía puesto que mi progenitor se ocupó de disolver mis dudas, saciando mi curiosidad, corrigiendo errores, consecuencia del desconocimiento de una época que no viví. Como lo que es, un buen padre y gran persona.
Mirando tiernamente la foto con mi yayo Enrique, le pregunto cual era la extensión del vivero, descubriendo asombrada que era mucho más grande de lo que jamás imaginé. A pesar, de que va empequeñeciendo según va pasando de generación en generación, obligado por el tema hereditario.
Intento establecer similitudes y parecidos con La Alquería de mi bisabuelo Vicente. Mi padre me corrige de inmediato.
No te equivoques Alicia, era otra manera de trabajar la tierra y vivir la vida.
El Huerto de Vivó era famoso por las flores y las plantas ornamentales. La yaya y su hermana trabajaron la flor.
En casa del yayo Vicente - la alquería como tú la llamas - nos autoabastecíamos y mi padre me explica que no recuerda ver muchos animales en casa de su abuelo materno. Se queda un momento en silencio, viajando en el tiempo, recordando a dos caballos, Pituso y Pitusín, sonriendo me explica que con el primero el yayo Enrique trabajaba la tierra y el segundo lo ataban a la tartana recorriendo alegremente las calles de la Ciudad.
El Huerto tenía una alquería grande donde nacieron mis tíos Salvador y María Amparo, hijos del hermano mayor de mi abuela; me cuenta además que esta última vivienda era muy próxima a la de Don Vicente Esteve, lo cual me aclara el porqué de tantos años de amistad.
Cuando le pregunto a mi padre por la personalidad de mis bisabuelos a la yaya Amparo la define, como trabajadora ardua, tenaz.... y se extiende describiendo a mi bisabuelo, explicándome que, además de trabajar la tierra, era un intelectual del momento. Acudía a tertulias donde se comentaban temas de actualidad, se argumentaba, conocía la sociedad del momento.
No sabemos con seguridad quién de mis antepasados fundó el vivero de flores, pero van adquiriendo fama en Valencia con trabajo y sagacidad. De hecho las calas son unas flores que introdujeron ellos en el país.
En resumen, estoy orgullosa de volver a presentarme a este evento literario que ustedes han titulado ¿De dónde venimos? A mi juicio intentando fomentar el gusto por la historia. Puedo contestar a la pregunta con rotundidad:
“Soy valenciana, y llevo la tierra en la venas, frutas, verduras y flores.”
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