Susana Gisbert / Foto: EPDAEl tiempo es oro. Eso dice un conocido refrán y parece una verdad irrefutable. El tiempo es una de las pocas cosas que no se pueden comprar, pero cuyo valor es enorme. Se trata de quien se trate.
Precisamente por eso queremos hacer tantas cosas con él. O las hacemos, aunque no queramos. Podemos ganar tiempo, cuando hacemos algo más rápido de lo que en principio se había previsto. O podemos perder tiempo, y ser reprendidos por ello, solo porque estamos utilizando el tiempo para algo distinto de aquello para lo que estaba previsto. Aunque, bien mirado, podría ser una forma de ganarlo.
En cualquiera caso, tener tiempo es fundamental. Y si no se tiene, hay que buscarlo. Y gestionarlo bien para poder distribuirlo como dios manda. Incluso, si tenemos mucha necesidad, podemos pedirlo, hasta suplicarlo. Dame tiempo, hemos dicho más de una vez. Aunque lo que ignoro es quien está en posesión del tiempo para poder dárnoslo o quitárnoslo.
Por eso, hay veces que hay que poner etiquetas al tiempo Ahora es tiempo de eso, ahora es tiempo de aquello, ahora es tiempo de lo de más allá. O no lo es, porque ya no queda tiempo o se nos ha pasado.
No obstante, hay una forma de interactuar con el tiempo que siempre me ha fascinado. Se trata de hacer tiempo. Hacer tiempo es como jugar con él, y lograr que se llene de aquello que no se tiene que llenar, es forzarlo y hacer un corte de mangas a su tiranía. Es conseguir que pase y llegar tarde para no hacer eso que no queremos hacer pero que debemos hacer. Mi hija era una maestra en hacer tiempo para llegar tarde a clase y que no la dejaran entrar, pero también hay quien hace tiempo para llegar tarde a una boda o a cualquier acontecimiento.
Y es que hacer tiempo no equivale a fabricarlo, ya nos gustaría. Y habría que ver qué aranceles le ponían a su comercio, porque pocas cosas hay más preciadas. Y es que el tiempo pasa siempre, y vuelve a veces, pero nunca es igual que el que dejamos pasar, o el que pasó a pesar de que no le dejamos.
Hay quien afirma que tiene tiempo, incluso que tiene tiempo de sobra, pero el tiempo nunca sobra. Porque no se puede guardar para más tarde, ni ahorrar para cuando nos haga falta. No hay un banco de tiempo donde depositar el que hayamos ganado, o el que hayamos hecho, y o podemos tirar de ahorros cuando nos haga falta.
Y es que, al final, el tiempo no es oro. Es mucho más.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia