Nada,
absolutamente nada se pierde. Ninguna energía desaparece simplemente, ni la buena, ni la menos bueno, ni la
mala. Todo ser humano cambia en el curso de su vida terrenal, tanto en la forma
de pensar y hablar, como en la de actuar; todo su comportamiento está sometido
a una transformación energética. Todo cambio en la estructura energética de
fuerzas, que por otra parte se basa en la transformación de energías, por muy
reducida que sea, se registra minuciosamente en la contabilidad cósmica, ya sea
en el debe o en el haber.
Todo ser
humano y toda alma penden, por así decirlo, de una cuerda magnética, de una
especie de dispositivo `gota a gota´ del macrocosmos y del cosmos más sutil. A
la contabilidad cósmica, a la contabilidad de Dios, no se le escapa ni lo más
mínimo. Los astros del cosmos material registran energéticamente, actualizan y
transforman energías según sea la conducta de cada persona. En todos los cosmos
es válida la misma ley, también en relación a nuestro comportamiento frente al
mundo animal, vegetal y mineral de toda la Tierra: lo que el hombre siembre,
eso cosechará.
Nada se
pierde. Cada evolución y cada fin, en y sobre la tierra, tienen su expresión en
el cosmos material. Toda actitud caritativa, así como toda violencia contra
otras personas, contra la naturaleza y los animales, contra toda la Tierra, es
registrada minuciosamente y se actualiza a cada instante en base al pro y al
contra de cada persona.
Actualmente
somos libres, pero ¿cómo nos comportamos con nuestro prójimo? Jesús enseñó
literalmente: “Que uno lleve la carga del otro, ayudaos y servíos mutuamente”.
Si menospreciamos a una persona que es más débil que nosotros, entonces los
contenidos de nuestros pensamientos y nuestro comportamiento van también a
nuestra alma. Con tales actitudes nos debilitamos a nosotros mismos. Por eso
Jesús dijo. “Lo que quieras que otros te hagan a ti, hazlo tú primero a ellos”.
Dicho de otra manera: “Lo que no quieras que otros te hagan a ti, no se lo
hagas tu tampoco a nadie”. De esto deberíamos acordarnos a menudo, así como de
la regla de la vida: ¡Aprovecha el instante, aprovecha el día!
Del libro: “El
camino del olvido”
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