Rafael Escrig.
Un
total de 7.800 festejos taurinos se han celebrado en la C.V. en
2014., dice una noticia en Levante. A continuación, el redactor
señala el caso como de “un ejercicio brillante”. Ese
ejercicio brillante es la celebración de una serie de espectáculos
que dejan mucho que desear en cuanto al civismo mostrado por una
sociedad occidental del siglo XXI, como es la nuestra. En toda
España han sido un total de 16.000 espectáculos taurinos los que se
han celebrado durante el año, entre lidias, rejoneo, encierros,
vaquillas, becerradas, recortes, bous al carrer, bou embolat, bous a
la mar, toro ensogado, vaquilla borracha, toro de la Vega, toro de
Coria, y siga usted contado todas las perrerías que con el marchamo
de “tradición” se ceban en tan noble animal. Se argumenta que
las fiestas con toros pertenecen a una tradición ancestral. Sí, la
tradición del maltrato animal, de ver correr la sangre y de mostrar
abiertamente toda nuestra agresividad, igual que ocurre en tantas
manifestaciones populares en donde aparece lo más salvaje de
nosotros mismos.
Todo
aficionado a los toros está convencido de que la lidia es un
arte (otros dicen un deporte) y que hemos de considerar las
fiestas taurinas, con todo lo que tienen de ritual, como un bien de
interés público, un patrimonio de todos los españoles que se
ha de defender frente a los que no opinamos igual. Que no es verdad
que los espectáculos taurinos sean patrimonio de las masas
incultas, pues han sido
y son muchos intelectuales los que las han defendido, ahí está el
caso de Hemingway. Sí, el ejemplo perfecto, un escritor
borracho, un aventurero dado a los excesos que acabó suicidándose.
Pero, en cualquier caso, lo que importa no es el grado de
intelectualidad, sino el de sensibilidad.
Los
partidarios de la fiesta argumentan que, de prohibirse las
corridas, el toro de lidia desaparecería; que el toro bravo es una
especie diferente que se podría extinguir. Nada más erróneo.
El toro bravo pertenece a la especie Bos taurus el mismo que
pace tranquilamente en cualquier prado asturiano, el macho de la
vaca, el mismo que decimos buey cuando es castrado. El toro
bravo es, sencillamente, un Bos taurus, sólo que manipulado y
adaptado por los ganaderos para que juegue el papel que se desea
frente a un torero, sin querer entrar en las polémicas
manipulaciones fraudulentas que podrían realizarse con los
animales.
Se
podrían decir muchas más cosas sobre este asunto, de hecho, es
algo de lo que se sigue hablando año tras año en eternas
discusiones enfrentadas. Se podría hablar sobre los intereses
económicos, políticos y partidistas, sobre las cuantiosas
subvenciones de los gobiernos, esas subvenciones que pagamos
entre todos. Podríamos hablar sobre la incoherencia de posturas
socialistas que defienden la continuidad de la fiesta con todo lo que
tiene de caciquismo y de imagen retrógrada, amén del propio
maltrato animal, que es todo lo que ellos combaten en su ideario.
¿Cuándo se acabará todo esto? Hacen falta gestos y voluntades
valientes, como se hizo en Canarias, como se ha hecho en
Barcelona. Ese es el camino y espero verlo algún día.
http://rafaelescrigfayos.tk
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