Susana Gisbert. EPDA
En estos días raros que vivimos, varias veces me ha venido a la cabeza
aquel estribillo que poblaba los sábados de mi infancia. El payaso Fofó
preguntaba “¿Cómo están ustedeeeees?” y desde el plató y desde nuestras casas
contestábamos al unísono “Bieeeeen”. Era el pistoletazo de salida para iniciar
el programa, porque sin saludar no se podía empezar nada.
Ahora eso de interesarse por los demás se nos había ido olvidando. Ni
siquiera somos capaces de identificarnos como habíamos hecho siempre al llamar
por teléfono. Desde que el número se asocia a una persona y no a una casa, se
empieza la conversación disparando nuestro mensaje, sin saludo previo no decir
quiénes somos. Ya se encarga de identificarnos el propio teléfono. Y la verdad
es que hemos perdido bastante. De educación y de algo más.
Pero, de pronto, un bicho microscópico viene a cambiarlo todo. Y no
hay conversación que se precie que no empiece preguntando si el interlocutor y
su familia se encuentran bien. Aunque sea correo de trabajo o una conversación
formal. El interés por la salud propia y ajena se ha vuelto prioritario.
No podía ser de otro modo. Algo que nadie esperaba ha venido para
recordarnos que hay cosas más importantes que las urgencias de cada día, y que
lo que parecía importantísimo en realidad no lo es tanto. Porque ahora nos
hemos creído un dicho que repetíamos sin pensar: la salud es lo primero. A la
fuerza ahorcan.
Así que, una vez más, separemos el heno de la paja y aprovechemos la
oportunidad para descubrir esas cosas importantes que habíamos ido dejando de
lado porque las dábamos por sobreentendidas. Y no me refiero sol a la salud
que, como he dicho, es lo primero, sino algo muy unido a ella, el interés por
los demás.
He cambiado muchas de mis rutinas, como todo el mundo. Pero además de
la mascarilla y la distancia física –que no social, porque sociable sigo
siéndolo- he incorporado una nueva. La de preguntar a las personas con las que comparto lugar de
trabajo, vecindario o cualquier otro ámbito, cómo se encuentra y cómo se
encuentra su gente. Y no solo por educación, sino por verdadero interés.
Es una buena costumbre que, además, nos humaniza en una sociedad que
se deshumanizaba a la carrera. Es una lástima que haya tenido que llegar una
pandemia para recordarnos el valor de la solidaridad humana. Pero, ya que no lo
hemos podido evitar, al menos aprovechemos sus enseñanzas y no dejemos de
preguntar “¿Cómo están ustedes?”
SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora
(twitter gisb_sus)
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