Benavites
celebró, el pasado martes, el último Pleno ordinario de este
ejercicio 2016. Este hecho, en sí mismo, no debería ser noticia, si
no fuese porque, con esta sesión, se cierra un año en que todas las
decisiones sean adoptado por unanimidad de los tres grupos políticos
que componemos la Corporación (PP, PSOE y ERPV-Compromís).
No
valen excusas del tipo "sois un pueblo pequeño" (que lo
somos), o de "es que entre vosotros hay buen rollo" (que lo
hay). El consenso no es fácil, salvo que todas las partes quieran y
se esfuercen en alcanzarlo. Dejar atrás las mayorías absolutas y
centrarnos en la unanimidad de los criterios ha resultado básico
para enfocar una legislatura tranquila, sin discusiones estériles
(que no es lo mismo que sin debates productivos, que los ha habido) y
donde las diferencias ideológicas han dejado ver, entre sí,
numerosas coincidencias en los criterios de gestión.
Pero
el consenso no puede ser nunca logro de uno solo. Por propia
definición, es mérito de todos aquellos que son capaces de dejar a
un lado connotaciones transversales para centrarse en los objetivos
del bien común, esos mismos que los vecinos persiguen cuando nos
entregan sus votos.
Hoy
en día, por mucho que me duela decirlo, seguimos constituyendo una
excepción dentro del panorama político que nos rodea, pero es cada
vez más evidente que hay una voluntad popular que debe empujar a las
formaciones políticas a buscar esos puntos de unión en vez de
potenciar las discrepancias entre sí. La actual situación nos
obliga a cambiar los parámetros de decisión política y a buscar
ese acercamiento que la sociedad reclama. Al fin y al cabo, los
políticos, cada uno en su escala, no somos más que representantes
de esa sociedad, a la que debemos atender y respetar si queremos
sentirnos verdaderos servidores del bien común.
Por
una vez, Benavites es pionero en una iniciativa de este tipo. Ahora
nos gustaría ver cómo, en breve, dejamos de ser los únicos capaces
de seguir gobernando así.
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