Cuando aún andaba de cartero rural por mi querida Serranía, pateando las calles de Tuéjar, me encontré con Chema, compañero del Kasal Popular (Centro Social Okupado) y de la Artejuela (Aldea abandonada durante décadas y 40 años Okupada ahora), pues me contó que junto a un grupo de unas 15 personas se habían metido en otra locura más: recuperar las tierras y la aldea abandonada de Barchel junto al pantano de Benagéber.
De esto hace ya casi 10 años. Un camino nada fácil, denuncias por parte de la Confederación Hidrográfica del Júcar por tomar agua para las casas y para regar las más de 10 hanegadas de tierra que cultivan, denuncia desestimá, más bien la CHJ debiera pagarles por limpiar más de 600 metros de ribera completamente invadida por cañas y zarzales. A esta siguieron denuncias de supuestos “dueños” (aún en proceso judicial), de unas casas que llevaban más de 60 años abandonás. Como les dijo el último vecino de la aldea: “si llegáis hasta la puerta, debajo de una lata está la llave, podéis usar la casa”. Era tal el zarzal que llegaba al tejado, días de trabajo y al final se hicieron con la llave. Actualmente, es la casa común y donde se cuece el pan, las pastas y las comidas en horno moruno.
Ahora pego un vuelo de milano negro y me voy al corazón de la Calderona, donde en el antiguo municipio de Marines se encuentra la aldea de Olla, donde desde el colectivo ReviscOlla llevan más de 10 años construyendo un espacio de desarrollo comunitario y personal bajo la fórmula de acuerdo-cesión de más de 76.000 m² de tierras de huerta y olivar, con ovejas y abejas custodiando el territorio.
Un espacio para el fomento de la educación, el respeto por la natura, el compromiso por la transformación social, la autonomía, la sostenibilidad, la economía solidaria y la agroecología (valores comunes a todos los proyectos que menciono). Olla tiene orígenes mozárabes al igual que Barchel. La torre de tapiales con más de 1000 años de historia preside el núcleo de casas y uno de los alcornocales más próximos a Valencia sobre rodeno nos invita a conocer el lugar.
Pero no me voy a detener, con este rápido vuelo de azor, llego al valle de Rodeche o del Morrón, donde dibujaron la frontera entre Aragón y Castellón. La comarca de Gudar-Javalambre ha seducido a muchxs jóvenes, que buscan su lugar y lo encuentran en el remoto mundo rural. En la meseta, el viejo roble solitario me da la bienvenida y me indica donde encuentrar el Mas de
Mateba y a Boro, otro compañero del Kasal Popular, que lleva más de 30 años peleando por abrirse un hueco entre alojamiento rural y ecosendas temáticas de memoria histórica, y de eso estas tierras estan sembrás, senderos de libertad que ya transitaron valientes moradorxs que le plantaron cara al hambre, al abuso, al capital y al fascismo. Como ahora hace Boro al Banco, que le quiere desahuciar después de pagar como un cabrón letras mes a mes año a año.
A vista de águila, me llama la atención el barrio de Las Peñas (“apropiao” por el Ayto. de Nogueruelas), casas abrazás al rodeno, junto al río, donde a las 4 pm el sol nos dice hasta mañana en estas fechas y la fría humedad del río te sube a la chepa. En este enclave que fue expoliado por el Ayto. de Nogueruelas, quitando todas las tejas de las casas, salvo las de un corral (pa tenerlas amontonás en el almacén municipal, eso sí es delito). Su único fin, que no se llenara de hippies el valle. No se si hippies, pero el valle se llenó de vida y proyectos muy respetables.
A la entrada de la casa común, una inscripción nos invita a pasar “Casa nostra es casa vostra si es que hi ha cases de algú” que cantaba Jaume Sisa. Pues también llevan años currándose la tierra y sembrando la vida, ahora dos niñxs corretean descalzos por entre los centenarios enebros. Aquí un incipiente proyecto de crianza y educación libre es el eje del proyecto. Los actuales moradores de la aldea abren sus puertas a los antiguos, como Fermín, el hijo del último molinero que dejó la aldea con 13 años y ahora con casi 80 se le ilumina la cara y se emociona al ver las casas de nuevo en pie, con las chimeneas humeantes y el vocerío callando el silbido de los carabos. Modesta y Sergio, medieros de las Peñas (gentes que trabajaban las tierras de sol a sol a medias con el terrateniente), también les cuentan viejas historias vividas en este duro terruño.
Sigo a como un carabo que en las sombras del atardecer de nuevo se posa, lo hace en lo alto de Torre Batán, allí una joven pareja, Xavi y Bea, terminan de cerrar las gallinas, pues la noche es larga y las zorras vienen con hambre atrasá. Aún tienen la pista de acceso reluciente, pues entre los permisos y lo difícil que resulta juntar el dinero, han tenido que estar meses subiendo los materiales a sus espaldas para poder acondicionar la antigua masía, ellxs han optado por la fórmula de compra, ni mejor ni peor.
La Masía, con 50has de tierras, huerta, choperas, carrascales, pinar de resinero y entre ellas dos manantiales. La Torre domina el valle, al igual que la de Olla, Mozárabe de Tapial y otros 1.000 años de historia. Están preparando dos grandes balsas. Una de más de 1 millón de litros para prevención de incendios. Ellxs además de cultivar sus alimentos, cultivan salud y se dedican a compartir saberes sobre remedios naturales, preparando sus pócimas mágicas con plantas.
Las Clochas, una aldea de piedra seca donde no ves ni un trozo de uralita, ni una puerta metálica o bloques de hormigón, tal cual se abandonó hace más de 60 años. Sorprende lo bien conservada (sabixs artersanxs de piedra madera y barro) que está la aldea. Los kilómetros de muros ahora cobijan a Ana, a Francis y a sus nanxs. También han comprado casa y un montón de tierras. La venta de leña y trabajos forestales les proporciona ingresos para ir tirando palante con el proyecto.
En el molino de la Toba, Delia, gracias a su trabajo, tiene cedido el espacio con huerta. Ella combina su estancia aquí con salidas a trabajos esporádicos que le permitem sobrevivir sin estar atada al sistema de explotación laboral. Idea que ronda todas sus cabezas huir de este podrido sistema.
La VIDA de este maravilloso valle, está abierta a nuevxs moradorxs, al igual que los proyectos de Olla y Barchel, para compartir lugar en este nuevo mundo. ¡Atrévete a descubrirlo! Germinan los proyectos con el trabajo solidario entre jornadas ATORNADÍA, que hacen más germanor y facilita la viabilidad de los mismos. También tienen sus encuentros; donde debaten, comparten y reflexionan sobre el funcionamiento, la organización interna o la resolución de conflictos.
Eso sí, a estxs jovenes no les sobra un gramo de grasa, todo el día afaenando, pues vivir en el campo y de lo que unx cultiva no es nada fácil. Y más si estás a más de 20 minutos por pista de la carretera como están estos proyectos. Resulta curioso que las personas que han elegido este modo de vida casi todas tienen titulación universitaria y si no máster en mundología por la universidad de la VIDA, que es la que más nos enseña. Estxs sí son mis héroes. Me quito la boina por todxs ellxs.
Decenas de estos proyectos hay en toda la península. Si te interesa conocerlos, búscalos en la Red Ibérica de Ecoaldeas (RIE). SALUD Y LARGA VIDA A TODXS ELLXS.