El
mantenerla y no enmendarla, hasta las últimas consecuencias, suele salir muy
caro. Es más fácil rectificar tal como se hacía cuando había sabios en el
mundo. Se reconocían los errores y se retomaba el rumbo correcto. No pasaba
nada. “Errare humanum est”, como
decía Seneca el Joven. Pero
este añadía “sed perseverare diabolicum
(est)”. Es
decir, que perseverar en el error es diabólico. Aunque yo diría mejor que es de
descerebrados.
A
Castellón, el no enmendar los errores cometidos hace catorce años, nos costará
estar sin Plan General de Ordenación Urbana durante un lustro o más en un
momento absolutamente vital para la economía y la sociedad de nuestra ciudad.
El
Partido Popular, en el gobierno municipal durante todo este desatino de aprobaciones
fallidas y sentencias revocadoras, no puede considerarse como diabólico, ni
mucho menos. Más bien un inconsciente que, después de todo este desgraciado
periplo, asume en la documentación que va a exponer al público, forzado por el
Tribunal Supremo, que se equivocó. Que lo ha hecho mal. Que el urbanismo de los
últimos catorce años ha sido un error. Que volvemos a la casilla de salida de
1998.
La
nueva documentación que somete a información pública nuestro Ayuntamiento es,
en realidad un pastiche de ideas urbanísticas desfasadas, pensadas hace más de
una década, y una normativa actual, tremendamente más compleja, en la que
priman conceptos medioambientales y económicos que nada tienen que ver con el
caduco y abortado planeamiento de finales de los 90.
El
sometimiento a información pública de este documento, sin embargo permitirá a
todos los ciudadanos, a la sociedad en su conjunto, opinar, proponer, sugerir y
definitivamente cambiar un planteamiento que ya no sirve. Que nació caduco a
finales del siglo pasado y que hoy ya no es creíble ni social, ni económica, ni
políticamente.
Este
modelo territorial está ampliamente superado y exige una revisión en
profundidad, de la mano de todos los agentes sociales, económicos y políticos,
para diseñar el Castellón del Siglo XXI. Una ciudad habitable. Y no un conjunto
de pegotes con ideas inconexas, de ocurrencias que se han ido ocurriendo en los
aledaños del poder, pensando más en el resultado económico puntual rentable
para unos pocos, en lugar de un proyecto de ciudad pensado en su conjunto.
Recuerdo
al ex -Alcalde de Castellón en una conferencia en la Universidad Internacional
de Valencia (VIU) en la que reconoció, sin ningún tipo de cortapisas, que el
Plan General de 1998 era en realidad un
conjunto de modificaciones al antiguo Plan de 1984, de forma que el “nuevo”
PGOU ya nacía casi gestionado.
Y
así era. Porque el Partido Popular al poco tiempo estaba cambiando los
parámetros y directrices urbanísticas que en él se habían establecido, con
ideas realmente interesantes como el Parc Castelló, y otras tremendamente
nefastas y claramente especulativas como el PAI
“Mestrets”.
Ya
que no es previsible que desde el gobierno municipal se inste a los ciudadanos
a proponer alternativas al modelo de ciudad inconexa del Partido Popular, el
PSPV-PSOE está en la obligación de coordinar la acción social y económica de
todos aquellos particulares y asociaciones que creen que otro Castellón es
posible. Que no todo está perdido.
Los
socialistas deben canalizar toda esa ilusión por diseñar una ciudad ejemplar y
habitable para nuestros hijos, y dejar fijadas las directrices territoriales y
de crecimiento para nuestros nietos. Parta ello el Partido Popular solo nos
dará unos escasos dos meses (entre unas cosas y otras), pero la sociedad
castellonense debe demostrar que sabe dónde quiere ir. Y que no deja su futuro en
manos de unos pocos interesados y de unos técnicos obedientes.
Es
el momento de reaccionar, no solo presentando alegaciones. Al fin y al cabo eso
no es más que el resultado final de un análisis, de una reflexión, y de unas
conclusiones que, a modo de sugerencias, se trasladan a la administración. Y,
de esta forma, no creo que el gobierno municipal se atreva, de nuevo, a
desestimar todas y cada una de las alegaciones. No podemos permitirlo, porque
hacerlo sería reconocer el amodorramiento de una ciudad y su sociedad y la
falta de fe en un futuro que es posible cambiar. Y ello está en manos de las
asociaciones culturales, empresariales y sindicales. De los que conforman el
movimiento del 15-M y de los ciudadanos que sencillamente creen en el cambio de
un rumbo equivocado.
El
Partido Popular y sus tres alcaldes, Gimeno,
Fabra y Bataller, no han sido capaces de hacerlo y así nos va.
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