El deporte en nuestra ciudad siempre ha sido mucho más que una actividad física. Es disciplina, superación, convivencia y orgullo colectivo. Nuestros clubes son auténticas escuelas de valores, donde jóvenes y mayores aprenden a trabajar en equipo, a respetar al rival y a luchar por sus sueños. Son el corazón de un municipio que vibra cada fin de semana con cada partido, con cada competición y con cada logro que lleva el nombre de Sagunto más allá de nuestras fronteras.
Por eso, resulta doloroso ver cómo se les impone de repente una nueva tasa por utilizar unas instalaciones que siempre han sido de todos. Una tasa que no es simbólica, sino un gasto inesperado que muchos clubes difícilmente pueden asumir. ¿Cómo puede un equipo que se financia gracias al esfuerzo de sus socios, a la colaboración de las familias y a la ilusión de sus deportistas, hacer frente de un día para otro a facturas de más de mil o incluso tres mil euros?
No hablamos solo de números. Hablamos de niños y niñas que entrenan cada tarde con la ilusión de mejorar; de familias que hacen sacrificios para que sus hijos puedan seguir practicando deporte; de entrenadores y voluntarios que dedican horas infinitas sin pedir nada a cambio. Hablamos de sueños que corren el riesgo de apagarse si seguimos poniendo barreras en lugar de tender puentes.
El deporte no debería ser nunca un lujo. Es salud, es integración, es futuro. Si de verdad queremos una ciudad viva, cohesionada y orgullosa de sí misma, tenemos que cuidar a quienes hacen posible que el deporte siga latiendo en cada barrio, en cada pista y en cada campo.
Nuestra ciudad no se merece que sus clubes paguen las consecuencias de decisiones que no piensan en ellos. Se merece respeto, apoyo y compromiso real con quienes cada día trabajan por mantener en pie la ilusión de tantas personas. Porque el deporte, al final, no se paga con tasas: se sostiene con valores, esfuerzo y esperanza compartida.
Ximo Catalán. / EPDA
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