José Enrique Garcia. /EPDASi, no es un artículo de recursos humanos, pero sí sobre humanos o mejor dicho sobre humanidad.
Ayer viendo las noticias y las diferentes imágenes del desastre que ha ocurrido en Marruecos, y más allá de la gravedad de los muertos, los desaparecidos, etc., que son una absoluta barbaridad y un horror para la humanidad, me quedé con una imagen gravada en la retina que me dio mucho que pensar.
Un niño de corta de edad, sin zapatillas, camiseta sin mangas, andando entre los escombros arrastrando una maleta sin ruedas, sorteando los cascotes de lo que quizás había sido su casa. Volví unos minutos atrás para fijarme en la imagen, y cuál era mi sorpresa cuando vi que no sólo sorteaba cascotes, también personas fallecidas entre los escombros. Una imagen dantesca, horrible, que me hizo pensar sobre la importancia de tener un rumbo, un camino a andar.
Este niño, buscaba refugio, familiares, ayuda, pues su rumbo de vida había desaparecido de la noche a la mañana. Andaba cabizbajo, pero con aplomo, pues tiraba de la maleta con fuerza como si lo que contuviera fuera lo único que le quedaba de su vida anterior. Ahora tocaba reconducir su vida y rearmarla de nuevo, posiblemente sin padres y buscando familiares.
Mi padre que estaba sentado al lado, ya entrado en edad y que ha vivido el horror de la posguerra en España, solo hizo un comentario: “Cuánto nos quejamos y no apreciamos lo que tenemos.”
Yo asentí y dejé transcurrir las noticias sin darle más importancia, pues no soy yo quién para interrumpir a una persona mayor que ha pasado hambre y sed.
Posiblemente dirás, que no es necesario ver esas imágenes desastrosas para apreciar lo que tenemos, y estoy totalmente de acuerdo. No es necesario, pero en ocasiones, estas imágenes te hacen ver tu propia realidad desde otra perspectiva.
Nosotros y nosotras, los que nos ocupamos de los recursos humanos de las empresas, miramos por las personas, estamos preocupados por su “engagement”, por su satisfacción, por sus niveles de estrés, por fidelizar el talento, y debemos seguir haciéndolo, pero cuando ves esas imágenes y recuerdas diálogos, o, mejor dicho, discusiones sobre aspectos banales (o al menos viendo esas imágenes así lo es), te replanteas si merece la pena proyectar estas imágenes del niño arrastrando la maleta a algunas personas de las organizaciones que no paran de pedir y quejarse, en ocasiones con sentido y en otras muchas sin ningún sentido.
Hacer parar a las personas y reflexionar sobre lo que se tiene y lo que no se tiene, tomar conciencia del estado del bienestar, de poderte permitir tener unas vacaciones o simplemente salir a cenar con los tuyos; aspectos que ya están metidos en nuestra rutina y no le damos la importancia que debería tener.
No hablo de dar gracias por todo, pero sí tomar conciencia de las cosas que tenemos a nuestro alrededor. No hablo de darle a un interruptor y tener luz, o darle al grifo y tener agua potable; sino de la sensibilidad y agradecimiento que deberíamos tener con las empresas que ofrecen beneficios a los trabajadores y trabajadoras sin pedirlo.
¿Para reflexionar?
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