Susana Gisbert. Hace
apenas unos días hemos asistido a un nuevo proceso
electoral. El enésimo en poco tiempo. La democracia es lo que tiene
y a veces pasan estas cosas.
Ahora
lo vemos con normalidad. Por suerte, por supuesto. Hombres
y mujeres votando. O no habiéndolo, si no les da la gana. Como tiene
que ser. Aunque no siempre ha sido así, y en ocasiones parecemos
olvidarlo.
También
estos días ha sido el aniversario del momento histórico en que
Clara Campoamor acabó consiguiendo el derecho al voto para las
mujeres en nuestro país. Un verdadero hito en la historia y unas
mujeres que hubieron de bregar con la incomprensión de la época
para hacer valer, simplemente un derecho. El derecho a la
igualdad, sin ir más lejos, además del más genuino derecho a la
participación política.
Las
circunstancias trajeron consigo la paradoja de que una mujer pudiera
ser elegida para formar parte de un Parlamento, pero no pudiera
elegir a quien formara parte de él. En esas circunstancias, en ese
breve tiempo de la II República española, defendió el derecho
de la mujer a votar. Precisamente, frente a otra colega, Victoria
Kent. Una pica en Flandes.
La
consecución del derecho al voto femenino tiene una importancia
trascendental. Es mucho más que eso. Es el pistoletazo de
salida a un cambio en las mentes, a asumir de una vez que las
mujeres y los hombres somo iguales, que no necesitamos
protectores ni avalistas, que podemos y sabemos decidir por
nosotras mismas. Ahí es nada.
La
lástima es que el tiempo borró de un plumazo la existencia de
ese derecho. Y también de muchos de los derechos de todas las
personas, durante nada menos que cuarenta años. Cuarenta años
donde los derecho de todos estaban soterrados, pero los de la mujeres
estaban hundidos varios palmos más abajo. Mujeres que no
podían ni siquiera sacar dinero de una cuenta sin que su marido o su
padre intervinieran, que necesitaban permiso para todo. Algo
superado, aunque no tanto como creemos.
Hoy
las mujeres gracias a Clara Campoamor y a todas las claras de la
historia, somos más libres. Pero aún nos queda mucho camino
por recorrer. En otros entornos culturales, donde su
situación es terrible, pero también en el nuestro.
No
mancillemos la memoria de todas estas mujeres y no cedamos un
ápice. Avancemos. Y hagámoslo con todos esos hombres que saben que
una sociedad en igualdad es mejor para todos. Aún queda camino.
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@gisb_sus
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