Vicente Montoro
A
poco más de veinticuatro horas de que se debata en el pleno del
Ayuntamiento de València la posible reprobación del alcalde de la
tercera capital de España, el señor Ribó no deja de acumular
argumentos en su contra.
Parece
una cámara oculta, pero no lo es. Casi seis años después, se ha
convertido en aquello que tanto criticaron sus colegas, aún sin
saber por qué: todo un déspota.
Desde
que la pandemia le pilló dentro de la ópera en València, el
alcalde no ha dejado de demostrar que es alguien ajeno a la ciudad
cuyo mandato lleva su nombre. Alguien extraño y alejado de la
realidad que vive la misma. Es cierto que la reprobación la promovió
su espectacular intervención en la televisión pública valenciana,
en la que admitió no haber siquiera tratado el asunto de los
altercados callejeros por haber estado haciendo oídos sordos para
luego culpabilizar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado de
los altercados, noche tras noche. Ni un contacto con la Delegación
de Gobierno. Ni un contacto con el mando de Policía de la ciudad.
Estableció
una Comisión de Reconstrucción que, al final, no ha valido para
absolutamente nada. Horas y horas de comparecencias públicas sin un
solo fruto para los valencianos. Se establecieron unos acuerdos para
los Presupuestos de 2021 y el equipo de gobierno terminó tirándolos
a la basura. Tanto es así que se propusieron mayores ayudas a los
autónomos, comercio, hostelería y restauración, y el Rialto
terminó aprobando una ridícula rebaja fiscal del 0’68% en una
ciudad en la que se recaudan más de 465 millones de euros -¡ni el
1% tras aplicar una subida de 30 millones!-. Pactó los presupuestos
con Ciudadanos y, a pesar de su abstención, no incorporaron, apenas,
sus acuerdos. Pactó una mesa de investigación de la EMT que terminó
siendo todo un fracaso tras sufrir el incendio de más de 26
vehículos de la empresa pública. De chiste, ¿verdad?
Celebró
una cabalgata que congregó a más de mil quinientas personas en un
acto protagonizado, en definitiva, por los amigos del concejal de
Cultura Festiva: Carlos Galiana. El proceso de investigación está
abierto, pero pretendieron contentar al cártel de colegas de Galiana
congregando una indecente cantidad de personas justo cuando peor
estaba la curva de contagios por la Covid-19. No tiene excusa: la
ópera estaba cerrada y el alcalde allí presente.
Justo
antes de renunciar a Feria Valencia, ese tesoro en bruto que tiene la
ciudad y que tantísimos eventos internacionales ha ostentado -al
cual Rita Barberá nunca hubiese renunciado-, se revelaba que nos
habían robado más de 20.000 euros en el Palacio de Congresos, que
se suman a los 4 millones del robo de la EMT y los más de 5.000
euros del Palau de la Música.
Aplica
un rodillo ideológicamente aberrante e injustificable ante la
opinión pública que confirma, una vez más, que ha acabado siendo
el auténtico autócrata que con tanta vehemencia decía combatir en
campaña. Pero este autócrata no tiene no tiene ni idea del cap
i casal
que tanto presume representar con tan poca diligencia. Váyase, señor
Ribó; váyase.
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