Héctor Gonzñalez. /EPDA El titular también podría ir en interrogativo, como pregunta retórica o dirigida a cualquier lector que quiera responderla. ¿Vivimos en una ciudad amable? Para acreditar ese adjetivo se parte de la base de una urbe en la que resulte fácil caminar por la calle, relacionarse con otros conciudadanos, de tránsito sencillo para personas con movilidad reducida, ancianos, niños… En definitiva, que suponga un gusto salir de casa.
¿Ocurre esto en Valencia? No creo que en una metrópoli que supera los 800.000 habitantes pueda darse una respuesta uniforme. Desde mi punto de vista, depende de barrios y zonas. Personalmente, por ejemplo, disfruto paseando por la plaza del Cedro y, en general, por todo el entorno de la avenida Blasco Ibáñez; pero no lo hago tanto por el intrincado de calles de Benicalap o de Malilla.
Tampoco, pese a su carácter cosmopolita y comercial, a ciertas horas del día o de la noche me gusta desplazarme por Ruzafa o por la calle Colón. En cualquier caso, siempre resulta un placer andar por el inigualable Jardín del Turia.
¿Y cómo me parecería más amable Valencia? Diría que en muchas ocasiones basta un ´buenos días´ urbano, un gesto sencillo. Poder pasar con relativa comodidad por algunos tramos de acera sin tener que esquivar sillas o mesas de hostelería que han copado la amplitud de espacio peatonal, tener más iluminación nocturna que permita transitar con mayor sensación de seguridad, no estar pendiente de si viene un grupo de turistas ciclistas sin contemplaciones en plena acera guiados por alguien que debería de saber que por ahí no pueden circular….
Por supuesto, con una limpieza de esos solares que denigran la imagen de Valencia en cada barrio (basta, por ejemplo, recorrer el tramo de la calle San Vicente desde plaza de España hasta San Marcelino para calibrar la magnitud del problema), con una multiplicación de inodoros urbanos más elegantes y menos rompedores que las casetas de verbenas o conciertos, con más policía e informadores callejeros, con rotulación de todos los edificios destacados al margen de si tuvieron algún uso en la época republicana y de cada estatua…
Y así podría seguir con un largo etcétera de medidas que creo que no resultan complicadas ni de pensar ni de aplicar y que pulirían el carácter amable que intrínsecamente ya tiene Valencia. Pasear por la ciudad (buscando la sombra estas semanas) me suele resultar una experiencia agradable; no obstante, como ciudadano aspiro a que sea un placer.
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