Javier Mateo Hidalgo. /EPDA Tras su primer viaje a Valencia narrado en las páginas de Atrapados en el umbral, el personaje de ficción Maurice Clichy vuelve a encontrarse con el personaje de doña Manuela, protagonista de la novela Arroz y tartana. Juntos caminan hasta el jardín de Monforte, donde se sientan y conversan al amparo del canto de los pájaros, las estatuas de mármol románticas y los nenúfares sobre el agua del estanque. A Clichy le resulta difícil comprender cómo una ciudad como aquella no ha generado un material literario equivalente al de otras como las de Madrid o Barcelona. Una pregunta que no deja indiferente al lector y que le hace también esbozar dicho interrogante. Parece inconcebible que un lugar histórico y cultural como éste no haya sido fuente de inspiración de más libros y que, los que se hayan escrito, sean en gran parte todavía desconocidos para la mayoría de los lectores. En este sentido, el padre literario de Clichy, Francisco López Porcal, realizaría una profusa investigación de la capital del Turia en su reflejo novelesco a través de su Tesis Doctoral titulada Valencia en el imaginario del discurso ficcional. El espacio narrativo: Novela y ciudad, defendida en el 2014. Cinco años después, adaptaría su voluminoso contenido en un libro ensayístico editado por la UNED titulado La Valencia literaria desde el espacio narrativo.
Todo este conocimiento tenía que verse volcado en una novela propia, donde nacerá el personaje de Clichy. Por cuestión del azar, éste encontrará un libro que le haga interesarse por Valencia como fuente creativa. Al igual que Saramago confronta a Fernando Pessoa y a su heterónimo en El año de la muerte de Ricardo Reis, Clichy se encontrará con el personaje de Blasco Ibáñez y dialogará con él. Un cierto realismo mágico propicia este fantástico encuentro, que nuevamente volverá a suceder en el inicio de la segunda y sorprendente novela de Porcal: La ciudad de las vanidades, de reciente publicación. Su pistoletazo de salida argumental parece representar una continuación de la primera obra citada, pero las nuevas andanzas de aquel profesor salido de una universidad francesa serán sólo una excusa para dar inicio a la verdadera trama de la novela: la historia de los Llombart, una familia perteneciente a la burguesía valenciana de principios del siglo XX. Sus vicisitudes serán narradas por el personaje de doña Manuela, que dirá haberlas conocido de boca de su artífice Blasco Ibáñez.
A través de dicho juego literario, se nos trasladará a la época en que Valencia vivía un despertar industrial, mercantil y urbano, en gran medida facilitado por el presidente del Ateneo Mercantil Tomás Trénor, quien sumando esfuerzos logrará impulsar la Exposición Regional de 1909. El rey Alfonso XIII se encargará de inaugurar unas instalaciones que recogerán todos los avances en los distintos ámbitos y que mostraban a Valencia como una auténtica ciudad a la vanguardia de la modernidad. Los compases del Himno ideado por el maestro José Serrano dieron entrada a todas estas promesas, concretadas gracias al buen hacer de Trénor y a su capacidad para aunar apoyos de liberales y republicanos (los dos polos ideológicos representativos de la sociedad del momento).
López Porcal describe este hecho histórico a través de la ficción, llenando así un vacío dentro de la literatura valenciana. Así mismo, centra su tiro en otra faceta poco desarrollada de este ámbito novelesco: el de la industria de aquel tiempo, centrada en sectores como el sedero. Para ello, perfilará al patriarca de la familia Llombart como comerciante de dicha rama. Daniel, que así se llama, habrá heredado este negocio familiar de su padre, pero su arrogancia e inconsciencia hará peligrar el sustento de su mujer e hijos de manera preocupante a lo largo de la historia, en un lento pero regular crescendo. Ante tal amenaza, su hijo Pablo (uno de los arquitectos encargados de impulsar a perfilar la imagen moderna de Valencia) decide tomar cartas en el asunto y entrar en escena dentro de aquella “ciénaga ardiente” que Daniel ha generado. Su viaje será el de un auténtico héroe legendario que, cambiando lugares míticos por el paisaje urbanita de su propia ciudad, recorre escenarios extraños y oscuros que van develando la cara oculta del padre “Saturno” (devorador simbólico de su propia estirpe). Por su parte, la hermana de Pablo, Victoria, iniciará relaciones con Carlos Palanca, un hombre de origen humilde que, proviniendo de una familia de agricultores, consigue hacerse camino como empresario hasta lograr dirigir su propia empresa de fertilizantes. Una relación que parecerá poner a prueba las costuras de la familia burguesa de los Llombart.
Estos serán sólo algunos de los mimbres con los que López Porcal abordará esta fábula sobre la condición humana. Una “feria de vanidades” (como su propio título sugiere) donde las apariencias esconden verdaderas miserias y en la que, aquellos objetivos sobre los que la alta sociedad descarga sus prejuicios, son en realidad el verdadero ejemplo a seguir por su capacidad de progreso y trabajo. Todo ello bajo el telón de fondo de una ciudad hirviente, por la que desfilan personajes de todas las edades y condiciones. Como espectadores de lo que sucede dentro y fuera de ella, los participantes de las tertulias organizadas en los diferentes cafés lanzan sus dados verbales, creyendo dirimir el destino de las fichas que se mueven por el tablero. Peones que contemplan desde su posición de superioridad e invisibilidad.
La ciudad de las vanidades representa todo un aldabonazo de maestría literaria llamado a convertirse en un auténtico clásico contemporáneo de la novela histórica. Abrir las puertas a su contenido supone sumergirse en la recreación fascinante de una época crucial de la Valencia de principios de siglo; la pluma de Porcal evoca espacios y personajes con el conocimiento de la mejor tradición literaria realista pero sin caer en la descripción excesiva, lo que la asienta en la narrativa actual. Así mismo, introduce una serie de elementos innovadores que no sólo nos recuerdan el citado “realismo mágico”, sino también otros géneros como el llamado “metaficcional”, por cuanto funciona a modo de juego de Matrioshka. Por todo ello, recomendamos su lectura pues su disfrute ya estará asegurado.
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