Constituyen dos calificativos que podrían atribuirse a Valencia. El
primero, el de fallera, resultará más obvio si cabe en los próximos
días, cuando los monumentos ocupen las calles y las comisiones
falleras generen un ambiente festivo que embriagará a toda la ciudad
y que atraerá a decenas de miles de visitantes. Como sucede cada
año, aunque posiblemente más en este 2022 después de un trienio
sin festejarse completamente en marzo.
La vertiente solidaria se alarga en
el tiempo. Quizás logra un menor rango de visibilidad en muchas
ocasiones, con esa labor callada de miles de vecinos que forman parte
de alguna ONG, que ayudan con dinero, alimentos o ropa a su Cáritas
parroquial, a algún conocido que lo está pasando algo más que mal
o a un desconocido que se acurruca cada noche a dormir en una esquina
de su calle.
Y, aunque se trate de una faceta más
discreta, en bastantes casos se suman las dimensiones fallera y
solidaria. Lo hacen en las comisiones, cada vez más, que deciden
organizar una donación de sangre en su casal y para ello movilizan
como voluntarios y/o donantes a sus falleros. O en aquellas que
llevan a cabo una recogida de alimentos. O en las que se inventan
todo tipo de iniciativas, como orquestar una pequeña feria para que
diferentes organizaciones benéficas expongan y vendan sus artículos
y recauden algo de dinero para sus fines altruistas.
La comisión de la falla San Isidro
supone un claro ejemplo. Organiza cada año un certamen para destacar
y premiar la tarea solidaria de otras fallas y, a la vez y en otra
categoría de galardones, hacer lo propio con asociaciones no
falleras. Para ello demuestra su capacidad de movilización en este
barrio valenciano y la destina a este fin. No se trata de un acto
fallero en sí, pero sí de un evento organizado por una falla, en el
que pone todo su empeño, medios e ilusión. Intenta ayudar y
distinguir a quien ayuda. Como entidad implicada en el desarrollo de
Valencia.
No constituye
un hecho aislado. Muchas otras comisiones desarrollan acciones
solidarias y también culturales. En la práctica, se transforman en
uno de los motores de sus respectivas barriadas. Contribuyen a
dotarlas de mayor vida. Son bastante más que un grupo de falleros
que busca pasárselo bien en las fiestas josefinas con verbenas,
paellas o encuentros sociales. Configuran la Valencia fallera y
solidaria. Me despido deseándoles, al igual que al resto de
valencianos y visitantes, felices Fallas 2022.
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