Susana Gisbert. Ha
llegado el verano. Las altas temperaturas no engañan, y el
calendario tampoco. Estamos en fase de achicharramiento máximo, a
punto de que nos dé un jamacucuco y con unas ganas de vacaciones que
no se las salta nadie.
Pero
nos falta algo. No hay Verano
Azul ni Chanquete. Ya no
nos ponen la enésima reposición del veraneo de la pandilla en
Nerja, nada del barco de Chanquete, del primer amor de Beatriz
mientras Pancho y Javi se disputaban su atención, ni de los bocatas
del Piraña o los cuadros de Julia. Nos falta algo. Falta también el
consabido programa supuestamente refrescante por el hecho de que los
presentadores fueran en chanclas y los concursantes acabaran en el
agua, aunque nunca entendí muy bien qué tenía de refrescante para
el espectador que está a cuarenta grados que los tipos de la tele se
pongan a remojo. Y nada tampoco, por lo que veo, de concursos entre
pueblos con amago de fiestas patronales, vaquilla incluida. Menos mal
que la Obregón no faltó a su posado veraniego –no pesan los años,
pesa la caspa- porque si no es como si nos hubieran teletransportado
al verano de Marte. Aunque si vemos el último hit de Leticia
Sabater, me surgen las dudas, la verdad.
Eso
sí, aunque ya no dicen lo de que si
no hay Casera, nos vamos.
tenemos el tinto de verano, que ha venido hasta la abuela en pareo,
eo eo. Y eso ayuda a ubicarse, hay que reconocerlo. Si no, no sé qué
sería de nosotros.
Porque
nos espera un verano no solo tórrido, sino plúmbeo. Con los mismos
señores que llevan dándonos la lata todo el año con sus promesas a
cuestas y su incapacidad de llegar a un acuerdo, saliendo una y otra
vez reuniéndose y volviéndose a reunir para no llegar a ningún
sitio. O si. Al de nuestro total hartazgo, que no es poca cosa, pero
que ellos parecen despreciar de modo olímpico.
Pero
tranquilos. Seguro que hay algo que no falla. El fútbol. Después de
meternos en vena la Eurocopa, con el bluff de la Roja incluido, no
tardaremos en ser torpedeados con torneos veraniegos, pretemporadas y
hasta paseos en bañador de los muchachos del balompié. O paseos por
los juzgados, que éstos también se han subido a tan nefasto carro.
Y aquí no pasa nada.
Así
que, visto lo visto, traigánme a Chanquete. Quizá el sonsonete
aquel, “Del barco de Chanquete, no nos moverán” les haga ver a
los señores que aspiran a gobernarnos que así no se puede. Que si
no cambian algo vamos a seguir en modo hámster, dando vueltas en
nuestra ruedita y sin llegar a ningún sitio.
Y
además, al menos, eso sí sabemos cómo termina. Chanquete se muere,
el verano termina, y vuelta a empezar. Y perdón por el spoiler.
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